Reportaje

Mentes confinadas

Mentes confinadas es un proyecto que reflexiona sobre cómo las personas que tienen retos de salud mental están viviendo, y qué herramientas están utilizando para poder gestionar la pandemia del coronavirus, a la vez que pone el foco sobre la fragilidad que sostiene al ser humano cuando una situación como una pandemia expone nuestras vulnerabilidades, y la ansiedad y el miedo se convierten en otro virus a combatir. La OMS ha advertido que COVID-19 afectará a la salud mental de la población en general de diversas maneras. Una de cada cuatro personas en el mundo está o estará afectada por trastornos mentales o neurológicos en algún momento de su vida. Alrededor de cuatrocientos cincuenta millones de personas sufren actualmente de esas afecciones, lo que sitúa a los trastornos mentales entre las principales causas de discapacidad en todo el mundo. En España, los trastornos mentales son el sexto problema crónico más grave; una de cada diez personas ha sido diagnosticada con un trastorno mental y se sitúa incluso por delante de la diabetes. Para estas personas, el brote de coronavirus ha sido aún más devastador, ya que ha aumentado sus sentimientos de soledad y ansiedad. Muchos de ellos han experimentado anteriormente bloqueos o aislamiento y saben lo que se siente al perder el control de su vida. “Los cambios en general nos dan mucho miedo, pero la vida es cambio, hay belleza en el no saber, en el que no esté todo decidido. Una persona que ha pasado por un trastorno ha entendido que no tiene el control. Ahora como sociedad, el COVID nos reta a aprender a aceptar la incertidumbre, porque eso es estar vivo”. Marcos Obregón, filósofo, director de teatro y director de Radio Nikosia.

Uno de los poemas que Princesa Inca ha compuesto durante la pandemia del coronavirus y que publicará junto con otros en su próximo libro de poemas.

Retrato de Marcos Obregón: “Los cambios en general nos dan mucho miedo, pero la vida es cambio, hay belleza en el no saber, en el que no esté todo decidido. Una persona que ha pasado por un trastorno ha entendido que no tiene el control. Ahora como sociedad, la COVID-19 nos reta a aprender, a aceptar la incertidumbre porque eso es estar vivo”. Marcos es filósofo, director de teatro y director de Radio Nikosia.

Camiseta de Marcos Obregón. Después de quince años lidiando con diferentes etiquetas psiquiátricas, Marcos hace dos que se siente muy bien y por prescripción ha dejado los medicamentos; ahora su terapia es correr. El confinamiento se lo impidió y eso ha sido especialmente duro, como lo es seguir teniendo a su pareja a más de mil kilómetros. El primer día que pudo hacer deporte después de siete semanas confinado, corrió 13 km. Además de correr, ahora organiza el Orgullo Loco, una jornada contra el estigma donde se reivindica que cualquier persona es mucho más que su sufrimiento mental y hay que dejar de juzgar a los demás y aceptar la incertidumbre.

Para Micaela ha sido tan estigmático ser negra en España como padecer un trastorno de salud mental. Su familia emigró desde Guinea Ecuatorial a Barcelona, diez años antes de que ella naciera. Sus raíces africanas han determinado su vida y su obra artística como pintora, en la que reflexiona sobre la identidad, la emigración, la negritud, la salud mental, la soledad o el amor. Para ella toda crisis es un momento de oportunidad, en tanto abre nuevas posibilidades. Lo importante, asegura, es tener “un refugio y tu tribu”. “El arte llegó a mí para salvarme la vida”.

Autorretrato de Micaela.

Inés tiene 38 años. Estudió filología inglesa, habla cuatro idiomas y ha viajado por todo el mundo sola. Desde hace dos años sufre de ansiedad y depresión que le han obligado a dejar su trabajo como profesora de inglés. A principios de 2020 se sentía mucho mejor y planeaba uno de sus viajes aventureros, pero llegó la pandemia y la incertidumbre y el confinamiento acabaron con los ánimos recobrados: “Los trastornos mentales son invisibles y no sabemos cómo acompañar un dolor que no se ve”.

Pocos días antes del inicio del confinamiento en España, en el mes de marzo, Inés adoptó un gato que fue su tabla de salvación durante los meses de encierro. “Yo creo que fue él quien me adoptó a mí”. “Me da mucho miedo aislarme. Nos piden distancia física y a mí ya me resulta muy sencillo pasar días sin ver a nadie”.

Retrato de Andrés. Un turno de noche agotador y un trabajo con mucho estrés en una fábrica de fibra de vidrio le provocó un brote de esquizofrenia hace tiempo atrás. La pandemia ha agravado su enfermedad. Ha roto su rutina de relaciones en el club de salud mental donde realiza actividades creativas y le permite estar en contacto con otras personas.

Andrés es persona de riesgo ante el coronavirus por que tiene los pulmones dañados debido a su trabajo en una fábrica de fibra de vidrio durante muchos años. No quiere salir a la calle y su doctor le ha tenido que aumentar la medicación hace poco tiempo porque vuelve a sentirse con mucha angustia y miedo.

Un problema amoroso llevó a Francisco a tener un brote de esquizofrenia en 1985. Se casó en 1999 y tuvo una hija, aunque lleva cinco años divorciado. Ahora vive solo. Desde su divorcio ha sido voluntario en diferentes organizaciones que ayudan a los ancianos de una residencia. “Lo peor de todo esto es la soledad. Soy muy sociable y necesito estar con la gente y hacer cosas. Vivir solo es muy duro cuando no puedes tener contacto con otras personas… El que se hayan suspendido las actividades con los ancianos lo llevo mal. Yo sé que mi compañía les hacía mucho bien, pero ellos a mí más».

Francisco en el salón de su casa. “Con mi sombra como única compañía”.

A Lucía Penado la vida la ha puesto en situaciones extremas demasiadas veces. A los 14 años, huyendo de una guerra cruenta en El Salvador, sus abuelos la enviaron a España donde tuvo que abrirse paso sola. A los 16 se quedó embarazada del hijo de la señora de la casa donde trabajaba de asistenta. Se casaron, pero cuando quiso separarse la abuela paterna le quitó la custodia de su primer hijo. Ahora, a sus 52, la pandemia ha vuelto a despertar ese miedo de que algo le pase a los suyos, pero sin escuchar tiros, bombas ni violaciones. “Quizás llevo mejor la incertidumbre ahora que mucha gente. Mi vida ha estado siempre llena de incertidumbre, nunca sé lo que va a pasar así que ahora no lo veo tan problemático. También he tenido mucho miedo antes. Así que esas sensaciones no son nuevas para mi”.

Lucía se ha obligado a participar junto a su hijo menor Álvaro, de 14 años, en un grupo musical de batucada. Esa actividad al aire libre con su hijo y otras personas la obliga a salir del aislamiento de la casa.

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