Reportaje

Antonio y María

Antonio tiene 47 años y una discapacidad intelectual del 68 % y diagnosticado de esquizofrenia; enfermedad que tiene controlada gracias a la medicación que toma religiosamente todos los días. Se ha convertido en el cuidador principal de su madre de 87 años, después de que su hermano, que convivía con ellos, se suicidara a finales de enero de 2020. El estado de alarma por la pandemia empeoró la situación de Antonio y María porque su cuidadora, Olga, que al ser asmática era persona de riesgo no pudo ir durante casi tres meses a ayudarles. Si bien, Antonio se encargaba del cuidado de su madre durante veinte horas al día, las cuatro horas que Olga dedicaba al cuidado de ellos eran muy importantes, no sólo por una cuestión de logística, si no por el vínculo emocional que los tres han creado. La historia de Antonio y María es una pequeña historia, que sin embargo, habla de grandes temas; la familia, la vejez, la dependencia, la fragilidad, la discapacidad, los lazos invisibles de lo emocional, la locura, el cariño y la soledad. Antonio tiene una paciencia infinita con María. Le pone mucho sentido del humor a las constantes, y a veces exasperantes, demandas de su madre. “Vamos, corazón, que nos vamos de vacaciones al lavabo”, le dice y le da una palmada cariñosa en las nalgas, una vez consigue levantarla con mucho esfuerzo del sillón del comedor donde pasa todo el día. Ella le contesta temblorosa desde el andador “Antonio, no me sueltes…” temerosa de que sus piernas, que apenas la sostienen, no quieran responderla. Antonio se ha revelado como un gran cuidador, a pesar de sus limitaciones intelectuales.

Antonio se prepara para ir a comprar y tirar la basura. Antonio le tiene pánico al coronavirus e intenta extremar las medidas de seguridad siempre que sale de casa.

Reflejo del televisor en una fotografía de boda de una prima de Antonio. Una presentadora da una información sobre el coronavirus en el telenoticias de una cadena de TV.

María llora porque Antonio le ha puesto un jersey que ella no quiere. Antonio le regaña porque ese día ella está muy caprichosa y demandante.

Antonio se refugia en el lavadero para fumar un cigarro y tener un momento de calma.

Antonio se encarga de darle la medicación a María todos los días. Uno de los medicamentos que toma es el sintrom para el corazón. Cada quince días la enfermera le hace un control de sangre para poder saber qué dosis se le tiene que dar. Antonio tacha la pastilla de ese día para acordarse de que se la ha dado y no volver a dársela por error. A pesar de que Antonio tiene una memoria muy limitada, nunca se olvida de darle la medicación a su madre ni de tomar la suya.

Antonio viste a su madre después de asearla en su habitación. María no tiene apenas movilidad y necesita la ayuda de Antonio para incorporarse en la cama, vestirse, así como para poder sentarse en la silla de ruedas unas veces y otras, si se encuentra mejor, poder cogerse al andador.

Antonio se lo apunta todo porque si no se olvida de las cosas. Tiene una nota en el armario de su habitación que le recuerda que tiene que cambiar las sábanas de la cama dos veces en semana.

Antonio se prepara en la cocina para hacer su desayuno y el de María.

Durante el confinamiento la elaboración de la comida fue un problema ya que lo habitual era que Olga, la cuidadora, preparara normalmente la comida y cena de cada día. Antonio sabe preparar algunas cosas muy básicas porque su hermano, el que falleció en enero, le enseñó algunas cosas, pero insuficientes para alimentarse bien durante tanto tiempo de confinamiento. Los meses de confinamiento los resolvió con comida preparada que compraba en un supermercado, famoso por vender platos preparados de buena calidad y caseros.

Antonio lleva a María al lavabo para hacer sus necesidades. El cuarto de baño es minúsculo y no está adaptado para una persona como ella. María no quiere hacer sus necesidades en el pañal y Antonio tiene que llevarla al lavabo con frecuencia porque ella orina mucho debido a un medicamento que toma. Llevar a María desde el comedor al baño es toda una odisea, por su escasa movilidad y su gran peso. A veces las piernas no le aguantan y Antonio no puede sostener sus casi 85 kilos, por lo que a veces ha tenido que dejarla caer con mucho cuidado en el suelo y llamar al servicio de teleasistencia para que vengan los de la ambulancia a levantarla.

Antonio lleva un pañal a María que está sentada en la taza del WC esperando que él la limpie y le ponga un pañal nuevo.

Antonio le pone crema hidratante a María en las piernas porque ella tiene mala circulación de la sangre y la piel muy reseca y fina. Si no se hidrata bien, cualquier pequeño roce se le puede convertir en una úlcera.

Retrato de Antonio en su habitación. Este era el cuarto de su hermano Paco que falleció en enero, era el cuidador principal de María. Ahora ha heredado su cuarto y también parte de la responsabilidad.

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