Reportaje

COVID-19. Confinamiento

Durante la pandemia vivimos de cerca la vida en el hospital. Mi hermana, enfermera instrumentista de quirófano, des de hace 35 años, vio de un día para otro como su vida daba un giro inexplicable. Dejó de hacer el trabajo de siempre. Al llegar al hospital a las seis de la mañana, los días de siempre ahora eran nuevos. Recibir instrucciones y afrontar lo que venía, dejaron de existir las rutinas. Mientras, en mi casa, comer, dormir, despertar, comprar, cocinar, cuidar, escuchar las noticias, aplaudir, conversaciones telefónicas, videollamadas. Nos adaptamos a la nueva situación y la vivimos con mucha tranquilidad.
Durante los días del estado de alarma, pasé de tener tres niñas, a tener tres mujeres. El 14 de marzo a mi hija mayor Rut, 15 años, le vino la regla. Hacía tiempo que era la única de su círculo, la estaba esperando. A la mediana, de 12 años, se le ensancharon las caderas, le cambió el cuerpo. A la pequeña, que tenía 9 años, le crecieron los pechos. Mi hermana en las Uci atendía a los pacientes más graves, horas interminables e incertidumbre. Muerte y vida, evolución, contrastes inmensos.
Fueron tiempos de rutinas y grandes cambios.

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