Reportaje

COVID y apoyo mutuo

Desde los primeros días del confinamiento colectivos barriales comenzaron a cubrir las necesidades básicas de sus vecinos y vecinas, llegando donde no llegaban las Administraciones Públicas. Miles de personas se organizaron de manera horizontal y autogestionada para distribuir alimentos y productos de primera necesidad.
No eran ONG’s, ni era caridad, no era asistencialismo, si no redes solidarias de personas organizadas que se dieron soporte mutuamente y continúan haciéndolo en la actualidad. En el barrio del Raval de Barcelona, destacaron por su trabajo, dos redes de apoyo mutuo que crearon su propio banco de alimentos: “Vecines en red” y la “Xarxa Popular d’Aliments” ( Red Popular de Alimentos). Las fotografías de este reportaje pertenecen a este barrio barcelonés, históricamente solidario, rebelde y luchador, y se centran en la labor de estos dos bancos de alimentos, pero son ejemplo de lo que fue y sigue siendo la labor de las redes vecinales que día a día trabajan tejiendo resistencias en la defensa de los barrios y por la dignidad de las personas que les dan vida.

La realidad social y particular del Raval, hace que muchas de las personas que forman parte de la red, sean vecinas del barrio migrantes, aunque también hay hombres pero en menor cantidad y muchas otras vecinas . Entre todas asumen las renponsabilidades que hacen que el banco de alimentos funcione.
Las personas migrantes mostraron su solidaridad con sus comunidades, y fueron las más atravesadas por la crisis del COVID.
Un grupo de vecinas esperan en fila al reparto de comida en la calle Vistalegre, 15 que es donde se encuentra el banco de alimentos. Al fondo se ve un hombre solitario.

Un cartel en la cesta de comida indica de que familia se trata y cuantos miembros la componen y sus edades. De esta manera la distribución de la comida y los productos de primera necesidad, es mucho más acertada ya que tiene en cuenta necesidades muy específicas que muchas veces no tienen capacidad de ofrecer otro tipo de bancos de alimentos institucionalizados y/o asistencialistas.

A través de una asociación del barrio la red ha conseguido material de protección frente al COVID.
Una mujer coloca a otra una mascarilla protectora contra el virus.

Disposición de todas las cestas que luego vendrá a recoger cada persona o familia, cada una con su nombre. Aún están por completar pero se puede ver como los productos no siempre son los mismos ya que las necesidades no siempre son las mismas. Se aprecia claramente en el número de botellas de leche por cesta.

Las redes de soporte mutuo del Raval durante el confinamiento son autogestionadas, las propias personas usuarias del banco de alimentos se distribuyen las tareas.
Dos chicas reparten el aceite en botellas para distribuirlo luego en raciones individuales.

Dos vecinas cargando un carrito de la compra con alimentos. Una de ellas ha ido a recoger la comida y la otra ese día está haciendo las tareas de reparto. El próximo día se intercambiarán los roles.

La Xarxa Popular d,Aliments (Red Popular de Alimentos) después de unos días en unos bajos muy pequeños de la calle Sant bartomeu, se ubica en la Antigua Escola Massana, un espacio en desuso del Ayuntamiento que es ocupado al poco tiempo de empezar el confinamiento. El funcionamiento es como el de la otra red: un día de reparto y todos los días posibles en búsqueda de aportaciones o comprando productos indispensables que no tienen.
En el patio interior de la antigua Massana algunas personas recogen alimentos mientras otras ultiman los últimos detalles en la organización del reparto.

El inicio de la Xarxa Poular d’Aliments fue en unos pequeños bajos donde estaba La Galera, un C.S.O. del barrio.
Dos mujeres esperan en medio de la calle frente a la puerta del banco de alimentos, con cajas de frutería para recoger comida. En la pared de detrás un graffiti reivindicativo apela a otros virus.

El banco de alimentos de la antigua Massana pasa varios días a la semana por el mercado de la Boquería, al acercase la hora del cierre. Muchos comerciantes les guardan alimentos frescos que no se han vendido ese día.
Unas vecinas recorren la Boquería buscando las paradas que ya tienen la costumbre de guardarles comida y preguntando en todas las que aún están abiertas.

La red de la antigua Massana funciona como una especie de mercado tradicional. Las personas pueden escoger lo que más necesitan en base a sus necesidades.
Una vecina hace las funciones de tendera y otra de clienta.

Los coches y las furgonetas propias son utilizados para la recogida y transporte de la comida.
Una vecina carga su furgoneta de alimentos.

La comida fresca se embolsa en porciones individuales o se despieza para hacer un reparto más equitativo.
Una mujer después de preparar una caja con medias raciones, embolsa pollos enteros de forma individual y prepara carne para entregar en raciones.

Las dos redes intercambian alimentos entre ellas y compran mucha verdura a pequeños agricultores que luego serán parte del stock de los dos bancos.
Una mujer empuja en el patio de la Massana un carro lleno de cajas de pepinos.

A medida que van pasando los días, más gente acude a las redes de apoyo y los tiempos de espera se alargan y se acumulan más personas en la puerta.
Una mujer espera su turno en la fachada de la antigua escuela Massana, sentada sobre un taburete y deseando que la situación mejore.

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