Reportaje

Mirar hacia adentro

Tanto mis sueños como mi vida, han girado, desde hace 14 años, en torno a ese escuchar al otro a través de una cámara. Acompañar el dolor de los demás hace que nos olvidemos de los propios, una forma de huir de nuestros miedos tan llenos de conformidad y privilegios. Suena egoísta, lo sé, pero en realidad es una terapia, una forma de enfrentar el día a día sin mirarse a uno mismo y aprendiendo del otro.

Esta vez no existe la capacidad de huir y debo hablar conmigo mismo.

Siempre llega un momento en que uno debe elegir entre la contemplación y la acción. Yo siempre elegí la acción, sin entender que la contemplación hacia uno mismo es parte esencial para cualquier acción consciente. Siempre tenía claro que cuando algo pasase en la Historia con mayúscula estaría con mi cámara en la calle contándolo. La vida me puso en este tiempo, por diversas circunstancias ,al lado de mi madre de 75 años de edad, después de más de 20 años fuera del mi hogar.

Llevo más de un año en tratamiento psicológico y la pandemia me ha cogido es este lugar tan inesperado, lejos de salir a la calle a contar este momento histórico, decido cuidar de mi madre y cuidarme a mí mismo. A través de un ejercicio fotográfico intento paliar estos días de confinamiento y utilizo la imagen como diálogo y terapia mutua. En esta casa que fue mi hogar en mi infancia y que tan llena de cajones repletos de recuerdos, fotos antiguas, objetos, cartas, elementos que me invitan a sanar las cicatrices del pasado.

El coronavirus, la pandemia y el confinamiento ha pasado por ser un tiempo suspendido donde hemos tenido que volver a mirarnos al espejo. Un tiempo de silencios donde repensarnos y sanar.

Juntos vemos la realidad de esta pandemia, mientras la televisión refleja el horror que se vive en las Residencias de Mayores. Entre los muertos por covid-19 confirmados en España hay 17.000 personas que superan los 70 años, según datos del Ministerio de Sanidad a finales de mayo. Representa el 15% de la población, pero

Hace años que dejé de creer en Diós y en la Iglesia. Mi madre lee todas las mañanas una parte de la biblia que le reconforta.

Desde que tengo uso de razón me han continuado diciendo el parecido físico que tengo con mi padre. El, que era piloto militar, murio cuando yo tenía 7 años. Siempre he querido saber quién era, siempre busco quién soy yo.

“Como si los caminos familiares trazados en los cielos de verano pudiesen conducir tanto a las cárceles como a los sueños inocentes.”Alber Camus.
Nunca me he retratado, de hecho no tengo casi fotografias mias, el ejercicio con mi madre me hace ponerme delante de mis miedos.

Mi hermana llamo a mi madre para rezar el rosalio juntas, yo espio a través de la puerta de cristal, preguntándome si mis “ideales” me salvarán a mi.

Mi madre es fotofóbica como yo, nunca se ve guapa en las fotos. Estos días hemos hecho el ejercicio de aceptarnos a través de las imágenes.

Hace unos meses que estoy en tratamiento psicológico, las pastillas como los antidepresivos acompañan mis días. Intento huir de ese estado y fotografías me sirve de terapia más que los químicos.

Los días dan para rebuscar en cajones olvidados de la casa viajas fotografías. En una de ellas mi madre me tiene en brazos pero corto su rostro por que no le gustaba como salía.

Estamos juntos pero no nos tocamos, la psicosis del whatsapp familiar, crea una cierta distancia. Solo cuando voy a comprar aprovecho que tengo los guantes y me pregunto, si nos tocábamos antes de este confinamiento.

Las tardes pasan despacio, llenarlas es a veces, tan solo, mirar por la ventana ver cómo la vida se detuvo en el barrio.

Algunas noches no duermo, el pasado y lo vivido visitan mi cama en forma de pesadillas. Este tiempo muerto hace que uno esté más con uno mismo y sentir las grietas. Fotografía hecha con cámara oscura a través de un agujero en la persiana de mi habitación.

El 24 de marzo mi madre cumplio 75 años, recuerdo que hace un año vine de Ecuador de sorpresa para celebrarlo con ella, esta vez los que tienen que conectarse por internet son mis hermanos y no yo.

Ya no había destinos individuales, sino una historia colectiva que era la peste y sentimientos compartidos. El más importante era la separación y el exilio, con lo que eso significaba de miedo y rebeldía.»

hace coger la máquina y rasurar. Pero esta vez la batalla no solo la ganó ella como madre, si no que ayudo a que cogiese la cámara y contase desde su mirada también nuestra relación en confinamiento. A partir de hoy ella también contará nuestra pequeña historia.

“No se trataba de rechazar las precauciones, el orden inteligente que la sociedad impone al desorden de una plaga. No había que escuchar a esos moralistas que decían que había que ponerse de rodillas y abandonarlo todo. Había únicamente que empezar a avanzar en las tinieblas, un poco a ciegas, y procurar hacer el bien”.
Albert Camus-La Peste
Esta semana que parecía que no terminaría nunca, volvimos a pasear juntos y nos ayudo en una calle Alcalá atestada de gente. El simple saludo a través de 3 pisos a mi hermana se convirtió un acto simbólico y de rebeldía.

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