Reportaje

El nuevo paisaje urbano post-covid

No queremos notarlo, pero una ciudad de plástico, cartón y tela crece aceleradamente dentro y fuera de los márgenes de las urbes oficiales, un ritmo acelerado durante el confinamiento y la posterior crisis económica.
Las desgracias, solas o sumadas, le pueden ocurrir a cualquiera, más en una España que tiene el dudoso honor de encabezar (solo después de Rumanía) la lista de los países más desiguales de la Unión Europea.
Antes del covid-19, en España había alrededor de 40.000 personas sin hogar. Los datos son de Cáritas Española. A ellas se suman medio millón que viven en infraviviendas.
Muchos son autóctonos, pero también hay un creciente número de extranjeros, procedentes sobre todo de Rumanía y de otros países de la Unión Europea, así como del norte de África. Entre ellos, miles de menores de edad no acompañados, que llegan engañados por el “sueño español”.
El perfil, hasta hace poco, era siempre el mismo: varones de 40 años para arriba con una permanencia promedio de tres años en la calle. Ahora, cuando las medidas contra el contagio del covid-19 han obligado a bajar miles de persianas de negocios, han cerrado empresas y se ha despedido a los empleados, los números crecen. Crecen al mismo ritmo que lo hacen las colas en los comedores públicos y la aparición de “hogares” de plástico y cartón.
Organizaciones, voluntarios y entidades aseguran que hay muchas más personas y familias viviendo en las calles. No existe un censo todavía, pero en sus recorridos periódicos se encuentran con esas caras nuevas, aún incrédulas, y con esos cuerpos exhaustos, iniciándose en el rigor del “sinhogarismo”.
Todos coinciden en que el proceso de pauperización es mucho más rápido. Además, al perfil convencional se le suma uno nuevo: profesionales, hombres y mujeres, más jóvenes; exdirectivos de empresas, exdirectores de colegios, exautónomos. Gente desesperada, que pugna por que su nombre aparezca en las listas de personas que pueden entrar a los dispositivos de emergencia creados por l

Los espacios de la capital se vienen cambiando de paisajes. Después del confinamiento fueron siendo mas numerosos y visibles las carpas o las casas hechas de plástico de personas en situación de calle.

A Neru , que vive desde hace mas de una año al borde de la m-30, le quemaron su hogar hecho de chapa y plástico hace unos meses, lo volvió a reconstruir con sus manos y aún guarda esperanzas de conseguir trabajo, como él dice, de lo que sea.Durante el confinamiento confinamiento no había donde trabajar y ahora le es difícil encontrar trabajo.

Ibrahim lleva desde que empezó el confinamiento en acampando en un parque al lado de la Mezquita de la M-30 ( la más grande de España). Trabajaba de camarero antes del confinamiento y ahora comparte junto a 8 amigos más este espacio público. En Marruecos ningún familiar sabe de su situación.

Casas hechas de plástico y objetos recogidos en la calle conforma algunos de los parques más transitados de la ciudad. Este situado en Tribunal, es uno de ellos, donde los findes de semana, antes del confinamiento, se hacían botellones de jóvenes ávidos de fiesta.

Las iniciativas barriales de ayuda en el confinamiento y después de él dieron respuesta a miles de familias que tenían que priorizar pagar el alquiler o la comida. Muchas de ellas fueron expulsadas a vivir en la calle. Este pequeño comedor en la calle Olmo de Lavapies daba de comer al menos a 140 personas cada noche, y cada semana hacia seguimiento con cesta de alimentos a familias en grave situación económica.

Los márgenes de la M-30 de Madrid se han convertido en espacios que habitar. Alrededor de este eje circular de la ciudad, personas sin recursos, han venido construyendo sus nuevos hogares. El confinamiento y la pandemia ha puesto al descubierto el número creciente de estos espacios de asentamiento de personas atravesadas por la crisis.

En la campaña de frio muchos albergues regentados por empresas privadas para la Comunidad de Madrid, dan cobijo a personas que sin recursos que huyen del frio.

Peluches de una niña en una de las camas de los albergues habilitados por la campaña de frio por parte de la Comunidad de Madrid. Durante el día los albergues quedan vacíos , mientras las familias buscan ayudas en bancos de comida o instituciones.

Comedor social de un albergue de Madrid.

El nuevo paisaje urbano de Madrid está lleno de plástico en forma de hogar. La crisis económica producida por la pandemia cada vez es más visible en nlas calles.

Una voluntaria en las cocinas de uno de los albergues que tiene la Comunidad de Madrid.

Los hogares de gente en situación de calle están construidos con el tiempo, tiendas de campaña, Puertas para un aseo improvisado….Una familia uruguaya lleva en este espacio desde el inicio de la pandemia. Llegaron a Madrid a principio de año y el confinamiento les llevo a la calle.

Plaza solidaria y vecinas de Lavapiés, reparten cada noche alrededor de 140 cenas en la calle Olmo del barrio.Es una más de las iniciativas barriales que ayudan a paliar la crisis actual.Con el tiempo este espacio se cerró por las políticas públicas de la Comunidad de Madrid.

Jalid trabajaba en la construcción antes del confinamiento. Ahora vive en una carpa al lado de la mezquita de la M-30. El frio aumenta sus problemas de asma, intenta calentar este espacio todas las noches con brasas de carbón.

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