Reportaje

Un oasis dentro de la pandemia

Rezan por nosotros, por aquellos que han perdido la vida, por el fin de la pandemia. Nada o poco ha cambiado en la vida cotidiana de las monjas de clausura de Tolosa, Gipuzkoa, que dividen los días en tareas perfectamente organizadas en estrictos horarios. Es por ello que durante el confinamiento recibieron un sin fin de llamadas de personas que entre cuatro paredes se sentían perdidas. Ellas, siempre dispuestas a ayudar, dan consejos para poder hacer frente al confinamiento de la mejor manera posible, siempre conscientes de que son unas privilegiadas y de la gravedad de la situación para el resto. “Nosotras nunca nos aburrimos“. Genoveva, Mikaela, Rosario, Lourdes y Gurutze residen en este convento, siempre optimistas, rogando a Dios que nos proteja.

Sor María Cruz, de 54 años, es la más joven de las monjas que conviven en el convento. Entre otras muchas tareas, es la encargada de recoger los limones de los limoneros.

Genoveva, con todas las medidas de seguridad recomendadas, prepara el cáliz para la misa.

Estatua de la virgen María en el jardín interior del convento.

Sor María Cruz leyendo fragmentos de la Biblia al resto de las hermanas.

La hermana Genoveva, vestida con el hábito de trabajo, descansa en el jardín central del convento.

A sor María Cruz le encanta hacer deporte y en los pocos ratos libres con los que cuentan las monjas aprovecha para practicarlo. Normalmente camina rápido en la cinta.

Sor María Cruz es la encargada de cuidar y dar de comer a las ovejas.

Sor María Rosario, de 86 años y hermana mayor de sor Genoveva, lleva sesenta y seis años en el convento de Tolosa. Entonces eran cuarenta monjas, a día de hoy solo quedan cinco, no existe relevo generacional. En la imagen, bebiendo un vaso de agua antes de desayunar.

Sor Mikaela, de 72 años, regala flores recogidas en el jardín a la hermana Genoveva. Lleva veintidós años en el convento de Tolosa.

La hermana Genoveva se santigua antes de comenzar el rezo del rosario que da comienzo a las 18:30 h.

Genoveva en uno de los pasillos interiores del edificio.

Sor Genoveva mira la calle a través de la ventana del convento. Desde el final del confinamiento le gusta volver a ver gente pasear.

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