Rezan por nosotros, por aquellos que han perdido la vida, por el fin de la pandemia. Nada o poco ha cambiado en la vida cotidiana de las monjas de clausura de Tolosa, Gipuzkoa, que dividen los días en tareas perfectamente organizadas en estrictos horarios. Es por ello que durante el confinamiento recibieron un sin fin de llamadas de personas que entre cuatro paredes se sentían perdidas. Ellas, siempre dispuestas a ayudar, dan consejos para poder hacer frente al confinamiento de la mejor manera posible, siempre conscientes de que son unas privilegiadas y de la gravedad de la situación para el resto. “Nosotras nunca nos aburrimos“. Genoveva, Mikaela, Rosario, Lourdes y Gurutze residen en este convento, siempre optimistas, rogando a Dios que nos proteja.
Sor Genoveva, de 81 años, lleva cuarenta y nueve en el convento de Tolosa. En estos momentos ella es la madre abadesa. Poco ha cambiado la vida en el convento desde el inicio de la pandemia, pero sí es cierto que utilizan guantes y mascarilla en misa y cuando reciben visitas.
Sor María Cruz, de 54 años, es la más joven de las monjas que conviven en el convento. Entre otras muchas tareas, es la encargada de recoger los limones de los limoneros.
A sor María Cruz le encanta hacer deporte y en los pocos ratos libres con los que cuentan las monjas aprovecha para practicarlo. Normalmente camina rápido en la cinta.
Sor María Rosario, de 86 años y hermana mayor de sor Genoveva, lleva sesenta y seis años en el convento de Tolosa. Entonces eran cuarenta monjas, a día de hoy solo quedan cinco, no existe relevo generacional. En la imagen, bebiendo un vaso de agua antes de desayunar.
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