Reportaje

Ricardo, funerario 24 horas

La profesión de funerario cuenta con poca visibilidad y suele estar estigmatizada; es el último eslabón de la cadena sanitaria. Ricardo González, Salamanca, tiene 46 años y lleva trabajando diecinueve en la funeraria del Carmen, situada en el barrio homónimo, uno de los más populares de Murcia. Debido a la pandemia la actividad se ha incrementado considerablemente y los días libres se han reducido solamente a dos por mes. Las imágenes muestran el funeral de un fallecido por COVID-19, desde el inicio hasta el final de su jornada en la que deja el coche fúnebre en el garaje de la funeraria. Lo que más le molesta a Ricardo González son los «tiempos muertos» en el papeleo con la administración. Lo que más anhela es poder pasar más tiempo con su mujer y su hijo de 8 años. Pude estar acompañando a Ricardo en un día de trabajo, comprobé su profesionalidad y serenidad ante el dolor que provoca la pérdida de un ser querido en los familiares. Veinticuatro horas atento a su móvil ante cualquier aviso de un nuevo servicio, el último eslabón tras la muerte.

Interior de las instalaciones de la funeraria, situada en el murciano barrio del Carmen, pionera en el servicio de velatorios en la ciudad. Aunque pueda parecer lo contrario, el sector funerario ha tenido perdidas de hasta 50 % debido a gastos extra y el estado de alarma.

En la imagen, uno, de las seis salas para los velatorios con las que cuenta la funeraria, debido al límite de aforo, los velatorios se llevan a cabo en tanatorios con mayor amplitud y a las afueras de la ciudad.

Detalle de una mesa con las fundas de los trajes EPI, material para desinfectar y un crucifijo para ser instalado en un féretro.

Ricardo llegó de Salamanca a Murcia hace veintidós años, lleva trabajando diecinueve en la funeraria. Anteriormente, se dedicaba al sector informático, que sigue siendo una de sus pasiones junto a la lectura y el teatro.

Cada servicio requiere un nuevo traje EPI, sus componentes principales son polipropileno y polietileno. En el mes de abril era casi imposible conseguirlos, no había stock, era preocupante para nosotros debido al alto riesgo de contagio, asegura Ricardo.

Los servicios son continuos, Ricardo se desplaza a un servicio sobre las dos del mediodía en el centro de la ciudad. Prefiere ir a pie porque así tiene tiempo de pensar y ordenar el trabajo mentalmente, también le libera del estrés.

Flores y coronas por el fallecido, en el interior del tanatorio Murcia Centro.

Coche fúnebre antes de su salida hacia el crematorio.

Ricardo y su compañero Antonio sacan el féretro del coche fúnebre sellado por ley al tratarse de un fallecido por la COVID-19, en las instalaciones del polígono Cabezo Cortado de Murcia.

Ricardo concluye su labor, Antonio es el encargado de trasladar el féretro al horno crematorio.

Mesa de trabajo en el interior del crematorio.

La cremación tiene una duración de cuatro horas, se utilizan féretros biodegradables con certificados anticontaminación. Las temperaturas oscilan entre los 870 y 980 grados centígrados. Las funerarias avisan del síntoma del duelo no superado debido a las restricciones de aforo, la familia directa del fallecido no pudo despedirse de su familiar tras dar positivo en COVID-19.

Salida del coche fúnebre tras concluir el servicio, por la parte trasera de las instalaciones.

Interior del garaje de la funeraria del Carmen tras concluir el servicio de ese día. Ricardo esboza una de las primeras sonrisas del día cuando llegan su mujer e hijo para tomar un café y desconectar; unas horas más tarde fue avisado de nuevo para otro servicio por COVID-19.

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