Reportaje

Badarán

Durante estos días de crisis mundial producida por la pandemia del Coronavirus, hemos visto muchas imágenes de ciudades con calles desiertas y balcones repletos, pero poco o nada vemos de lo que ocurre en el mundo rural, de cómo se está viviendo esta crisis y confinamiento en las pequeñas poblaciones de España. Este trabajo constituye un proyecto fotográfico de proximidad en el que trato de mostrar cómo es el día a día en mi pueblo natal, Badarán, en esta situación extraordinaria de pandemia y confinamiento. Este trabajo, aun siendo independiente, podría complementarse con el proyecto sobre mis padres dentro de su casa durante el periodo de confinamiento (Hogar), ya que ambos están realizados en la misma localidad durante el mismo periodo de tiempo, constituyendo un proyecto conjunto sobre la misma localidad, documentando lo que pasa dentro y fuera de las casas. Badarán es una pequeña localidad de La Rioja que no llega a los quinientos habitantes. Su economía es mayoritariamente agrícola, basada sobre todo en el viñedo y el cereal, aunque también es importante el sector servicios. Sorprende el número de bares y restaurantes que posee (siete bares, cuatro restaurantes y un hotel) para una localidad de este tamaño. En este pequeño pueblo todos se conocen. Esta serie fotográfica consta mayoritariamente de retratos de los habitantes del pueblo, que quieren dar a conocer la identidad de esta comunidad a través de sus gentes. Mediante este trabajo pretendo documentar cómo se está viviendo esta crisis mundial dentro de una pequeña población rural, con sus características y peculiaridades.

Enrique disfruta del atardecer sentado en la terraza de su casa, con vistas al río que pasa por el pueblo. La mayoría de las casas de Badarán disponen de terrazas o jardines, muy utilizados en estos días de confinamiento. La casa de Enrique es una construcción típica característica de la localidad, hecha de adobe, piedra y madera.

Ana posa con guantes y mascarilla fumándose un cigarro mientras espera en la fila para entrar a comprar en una de las tiendas de comestibles de la localidad.

Manolo posa con mascarilla, guantes y su bastón o cachaba, como se le dice aquí. Badarán tiene una población muy envejecida, como casi todos los pueblos de alrededor, por lo que la mayoría de la población es considerada de riesgo para la COVID-19. Varias personas de la localidad se han organizado para confeccionar mascarillas desde sus casas. Además, se ha recibido en el Ayuntamiento una donación de tres mil mascarillas de alguien de Bilbao que desciende del pueblo y prefiere estar en el anonimato, aunque ya se dice en el pueblo quién ha podido ser… El alcalde y algunos concejales se encargan de repartir las mascarillas por todas las casas, como esta que lleva Manolo.

Pepe Luis, agricultor del pueblo, en una de sus viñas en las que estos días está realizando la espergura, que consiste en eliminar los brotes herbáceos que nacen tanto en la madera vieja como en los pulgares o varas, con el objetivo de definir exactamente las yemas que se dejan en la poda de invierno y favorecer la calidad de las uvas. Pepe Luis tiene 74 años, pero sigue trabajando la tierra. Badarán es un pueblo eminentemente agrícola cuya mayor producción es el cereal y el vino. A pesar de que las bodegas ya están avisando de que este año no van a comprar mucha producción de uva y de que además va a tener un precio muy bajo, los agricultores tienen que seguir realizando las labores de la viña. Tanto para las bodegas como para los agricultores, la crisis de la COVID-19 está teniendo graves consecuencias, debido a que los clientes mayoritarios, que son los establecimientos de hostelería, están cerrados.

Saúl posa con su bicicleta en la calle principal del pueblo el día en que el Estado permitió que los niños pudieran salir de sus casas. Saúl es uno de los pocos niños que viven en el pueblo. Badarán sigue manteniendo su escuela pública municipal a duras penas, tan solo con quince niños.

Julio, uno de los carniceros del pueblo, atiende a una clienta que lleva mascarilla y guantes, tras un muro de plástico que ha colocado en su establecimiento como protección contra el contagio del coronavirus. Julio es la tercera generación que regenta esta carnicería desde que la fundaron sus abuelos en el año 1930.

Angelines, que regenta una de las tiendas de la localidad, posa delante de su mostrador con una de las mascarillas que ella misma está realizando altruistamente para la gente del pueblo. Las mascarillas están confeccionadas con telas y materiales que tiene en su establecimiento. Cada mascarilla que realiza está personalizada con un estampado diferente. La tienda de Angelines tiene ochenta años de historia, desde que la fundó su abuelo.

Beatriz posa en una de las calles de Badarán, junto con las cartas y el carrito con el que las reparte por las casas del pueblo. Tras haber sido despedida de su trabajo en una empresa bodeguera debido a la crisis producida por la COVID-19, Beatriz trabaja estos días como cartera. Durante esta crisis, la empresa de Correos necesita cubrir plazas en estas zonas rurales, debido a que personas de riesgo de padecer la enfermedad han tenido que dejarlas.

Álvaro posa frente a su granja con un horquillo. Durante estos días, Álvaro tiene que seguir ejerciendo su profesión de ganadero y cuidar de su rebaño de ovejas.

Ricardo posa en su consulta de Badarán. Ricardo es el médico del pueblo, lleva ya ocho años trabajando aquí y comenta que está encantado con su trabajo. Vive en la capital, Logroño, y cada día sube aquí a trabajar. Como médico rural no atiende solo la consulta de Badarán, sino que cada día también va a otros dos pueblos cercanos, Villar y Villarejo. Normalmente, la consulta del médico en el pueblo suele estar abarrotada, ya que el horario es reducido, por el hecho de atender a otros pueblos, y porque la mayoría de los habitantes son de avanzada edad y van asiduamente. «Estos días la consulta está muy tranquila debido a que la gente tiene miedo a venir», me comenta.

Rosa, la enfermera de Badarán, posa en su lugar de trabajo. Rosa es la «practicanta» del pueblo, como la llaman aquí. Es enfermera y lleva dos años atendiendo en la consulta de Badarán. Al igual que el médico Ricardo, cuando acaba su horario aquí, tiene que ir a los otros dos pueblos donde atienden también consulta, Villar y Villarejo. Rosa también está muy contenta de trabajar aquí. Hoy les han traído un ramo de flores a cada uno, unas calas que plantan en las huertas del pueblo, y me las enseña con entusiasmo.

Esteban posa en su bar junto a las sillas que ha precintado para que no se pueda sentar nadie, como indican las medidas de seguridad. Al fondo se ve a su hijo detrás del mostrador. Después de más de dos meses con el establecimiento cerrado por la pandemia, Esteban a podido volver a abrir las puertas de su bar, aunque solo se puede servir afuera, por lo que ha precintado las sillas y mesas de dentro del local.

Cada domingo a las doce del mediodía, a la hora que se debía celebrar la misa y justo después de que toquen las campanas, el párroco de la localidad saca la custodia u ostensorio con la hostia consagrada por cada hueco del campanario de la iglesia, a modo de bendición.

Ramón, concejal del Ayuntamiento de la localidad, conduce su tractor por la plaza del pueblo desinfectando las calles con su maquinaria agrícola. El Ayuntamiento de Badarán, siguiendo el protocolo de desinfección del Ministerio de Sanidad español, desinfecta las calles con hipoclorito sódico que pulverizan con maquinaria agrícola.

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