Reportaje

Los días sin tacto

La COVID-19 tomó por diana preferente a nuestros mayores. En el estado de alarma, protegerlos ha significado aislarlos en una rueda de días casi idénticos, intactos y sin tacto. Esta es la historia de José Antonio, uno de esos abuelos durante noventa días de confinamiento. Trece días antes de que se decretara el estado de alarma, los hijos de José Antonio, de 84 años, ya habían decidido suspender, por prudencia, su asistencia al centro de mayores donde acudía cada día. En ese centro hubo casos de coronavirus quince días más tarde. En las mañanas jugaba a las cartas, pintaba dibujos de colores, hacía su gimnasia y terapia cognitiva. Después, por la tarde, ya en casa, algún paseo y el fútbol a todas horas en la televisión junto con algún partido de Rafa Nadal. Los pocos estímulos que ya ilusionan algo se acabaron de golpe: las salidas y los deportes. También las visitas, restringidas a sus hijos, lo mínimo al día para su cuidado porque José sufre las secuelas de un ictus. Vive en un lugar inusual, la habitación de un hotel rural en la provincia de Sevilla, un hotel que regenta su hijo y que permanece cerrado por la COVID-19. Durante tres meses no ha salido del recinto turístico. Sopas de letras, fútbol de temporadas pasadas, dormir y otra vez a empezar. El tiempo que aparenta no pasar, pero que pasa y pesa, sin apenas estímulos para quién ya escasean.

Hoy se cumple el décimo día de confinamiento en las casas por la crisis del coronavirus. José, de 84 años, intenta pasar el tiempo lo más entretenido posible sin salir de casa. Los días se hacen largos sin poder disfrutar de sus dos pasatiempos favoritos: el fútbol y las partidas de dominó. Tampoco puede ir al centro de mayores al que acudía cada día en las afueras de Sevilla. Sus hijos, para hacer más llevaderas las tardes y ejercitar la mente, le preparan pasatiempos y dibujos. Hoy hizo la primera sopa de letras de toda su vida.

En la mesita de noche de José (84), se acumulan recuerdos y objetos que va necesitando en estos días de COVID-19 en su casa de las Minas de Castillo de las Guardas, Sevilla, 30/05/2020.

Ante la recomendación de no salir de su vivienda y la cancelación de prácticamente todas sus actividades de ocio por la COVID-19, José pasa mucho más tiempo encamado. La inmovilidad va acelerando la atrofia de sus músculos y articulaciones.

Los programas sobre el coronavirus, con las últimas novedades y cifras con nuevo récord de contagios por COVID-19, acaparan los momentos de televisión, mientras José (84) pasa las horas en su habitación de Minas del Castillo de las Guardas, Sevilla, 31/03/2020.

El estado de alarma apenas lleva decretado unos días. José toma su desayuno por la mañana en su habitación. Las pocas personas que acceden a él a diario (su cuidadora y sus dos hijos) utilizan guantes y extreman las medidas de seguridad respecto al contagio de la COVID-19 en su casa de Minas del Castillo de las Guardas, Sevilla, 22/03/2020.

José intenta mantener unas mínimas rutinas cada día. Ayudado por sus hijos, se asea en la mañana.

José espera junto a la lumbre la llegada de sus hijos para tomar el almuerzo juntos en el restaurante, cerrado por la crisis de la COVID-19, que regenta su hijo José Antonio. El estado de alarma acaba de decretarse, y desde hace unos días la zona rural en la que José vive sufre continuos cortes de suministro eléctrico que duran horas en Minas del Castillo de las Guardas, Sevilla, 21/03/2020.

José (84) y su hijo José Antonio (48) conversan en las instalaciones del complejo turístico rural que regenta y que permanece cerrado al público por la crisis de la COVID-19 en Minas del Castillo de las Guardas, Sevilla, 31/05/2020.

Retrato de José (84) durante el confinamiento en su vivienda de Minas de Castillo de las Guardas, Sevilla, 28/03/2020.

Para ocupar parte de su tiempo, los hijos de José lo convencen para que realice ejercicios de terapia y estimulación cognitiva. Sopas de letras, adivinanzas, dibujos… Hasta estos días él nunca había hecho pasatiempos y este tipo de ejercicios, que se han vuelto parte de su nueva rutina.

Pese a las visitas de dos de sus hijos y su cuidadora, José pasa buena parte del día solo para minimizar al máximo los contactos y riesgos de contagio por COVID-19.

Vistas de la habitación de José, donde vive, en Castillo de las Guardas, Sevilla.

Una de las hijas de José le ayuda a dar algún paseo por su vivienda para limitar los efectos de la larga inmovilidad provocada por el confinamiento de la COVID-19. En Minas del Castillo de las Guardas, Sevilla, 31/05/2020.

Hace frío y las nubes amenazan lluvia de abril. El abuelo José ha salido al patio de su casa buscando luz. Escapa del frío refugiándose en el interior del coche, al menos cambia el paisaje de su habitación. Tres semanas ya confinado por un tal coronavirus que pulula por ahí fuera y, según cuentan, hace estragos. Un patio grande que hoy, más que nunca, es una bendición. Yo lo miro desde fuera, con un cristal que nos separa y le protege.

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