Reportaje

Vida y muerte de un amigo

En abril de 2020, en plena pandemia, a David le diagnosticaron un cáncer gástrico con metástasis bastante avanzado, con una niña de meses. Sabía que con apenas 35 años su vida se estaba acabando, pero él optó por vivir con alegría como siempre hizo el tiempo que le quedaba. Preparó una boda el día que cumplía 35 años coincidiendo con su cumpleaños, en plena pandemia, y fue resolviendo todos sus asuntos, incluso visitó a su abuelo y decidió que juntó a él quería que enterraran sus cenizas. Su mayor preocupación era que Leire, su hija de apenas 10 meses, se pudiera acordar cuando creciera de cómo fue su padre y de cómo era su voz, por lo que decidió dejar un testimonio grabado aprovechando que su mujer e hija habían salido a pasear. Ese día fue el último que pudo estar en casa, por la tarde fue ingresado y unos días después, el día 11 de julio, fallecía. El testimonio se pudo ver en su funeral, condicionado por el estado de alarma. Esta es su historia de los últimos meses donde nos enseñó a vivir y a morir. Leire nunca olvidará su voz.

En la calle Pradillo de Madrid, en el registro civil, fue donde Amanda y David contrajeron matrimonio, gracias al artículo 52, rigor mortis, que acelera todos los plazos en casos de enfermedad muy grave.

A la boda, debido a las restricciones, solo pudieron acudir quince personas.

Leire agarra las manos de su padre.

David posa sonriente en su casa con la cicatriz que le dejó la operación de cáncer gástrico a la que se sometió. Fue el último día que estuvo en su casa.

La fatiga a la que se veía sometido durante gran parte del día por la dificultad respiratoria hace que necesite estar sentado durante gran parte del día.

David junto a sus padres visitan el nicho donde yace su abuelo y en el que él decidió que quería que descansaran sus cenizas. Menos de veinte días después, David, fallecía.

La madre de David se abraza a las cenizas de su hijo en presencia de su marido y de Amanda, la esposa de David.

Las cenizas de David son introducidas en el nicho junto a su abuelo en el cementerio madrileño de Fuencarral.

Funeral de David, donde pudieron entrar veinticinco familiares cercanos, que observan el testimonio que dejó grabado para que su hija nunca olvidará su voz.

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