Reportaje

Retratos de Lavapiés confinado

Esta es la historia de un barrio a través de aquellos que lo habitan, aquellos que permanecen cuando los turistas abandonan la ciudad, cuando los estudiantes regresan a sus casas y los pisos de Airbnb quedan vacíos. Porque lo particular también refleja la realidad de la pandemia, un fenómeno global que aparece encapsulado en las vidas de estos personajes subalternos. Ellos no protagonizarán los grandes cambios, no tomarán las grandes decisiones, pero sí serán actores de las nuevas dinámicas. Y el marco en que se desarrollarán sus historias es el barrio de Lavapiés, el Madrid más cosmopolita, el Madrid plural, colorido y alegre, un espacio de inclusión y convivencia. ¿Y cómo pudo afectar la pandemia a este lugar? Cuando el presente continuo se detiene, cuando desacelera nuestra vida, que se basa en el aquí y en el ahora, en el estímulo constante, el estímulo que reclama nuestra atención, ¿qué hacemos entonces? El comienzo del estado de alarma supuso la vuelta a un Lavapiés sin turistas ni Airbnb, y los vecinos respondieron ante la dureza de la situación conociéndose los unos a los otros y reconociéndose en sus historias, ayudando en la medida de lo posible a los que uno tiene cerca, al otro lado de la escalera o en el balcón de enfrente. Es aquí donde se desarrollan estas historias particulares, los retratos de unos vecinos hechos por una vecina.

Raquel (45 años) fuma en la puerta de su casa en el barrio de Lavapiés tras un mes y doce días de encierro por el estado de alarma provocado por la COVID-19. Raquel es madrileña aunque se ha criado en Morata de Tajuña, cuando era hombre, se llamaba Remo y trabajaba en la construcción en la empresa de su padre, pero en el momento en que comenzó su proceso de cambio de sexo, la situación se hizo insostenible. Llegó a Lavapiés cansada del acoso de sus compañeros de trabajo. Unos días antes de que se decretara el estado de alarma, Raquel se enteró de la muerte de su mejor amiga por COVID-19. El hecho de no poder despedirla la sumió en una profunda depresión. Ahora, superado en parte su dolor, ha emprendido la tarea de hacer una limpieza completa de su casa y se está deshaciendo de todas aquellas cosas que no son imprescindibles. Lo que más desea es volver al pueblo a ayudar a sus padres en la huerta. Madrid, España, 26/04/2020.

Verónica (36) y Jaime (39) en su domicilio de Lavapiés durante los primeros días del estado de alarma por la crisis sanitaria de la COVID-19.

Un feligrés de la mezquita Alhuda, que permanece cerrada debido al confinamiento por la COVID-19, realiza la oración del magrib desde el balcón de su domicilio en el barrio de Lavapiés.

Martiniano (70) con el gato Vito en el balcón de su domicilio del madrileño barrio de Lavapiés en el que vive desde 1969. Pasa el confinamiento con su esposa, su madre, su suegra y su hijo pequeño. Todos llevan mascarilla dentro de casa porque su mujer tuvo contacto con una persona que enfermó de neumonía y que podría ser positivo por COVID-19.

Alex pasa los días caminando solo por las calles de Lavapiés. Saluda a todo el mundo, a veces pide unas monedas, otras un poco de atención. Es de Egipto y cuando le pregunto qué edad tiene me dice que es muy mayor, que ya cumplió los seiscientos años. Hace diez voló desde Dakar a las Palmas y de ahí a Madrid. En este tiempo ha hecho todo tipo de trabajos, a veces los peores. Ahora vive en una habitación en Cuatro Caminos, pero hace cinco meses, cuando le conocí, durante el estado de alarma, Alex vivía en la calle.

Justina (84) en el balcón de su casa en el barrio de Lavapiés de Madrid el 12 de abril de 2020. Nacida en Santo Domingo, Justina vive en Madrid desde 1974. Hace dos semanas su marido Atilano necesitó ser ingresado en el hospital y tras unos días murió de neumonía a los 97 años. No pudo despedirse de él, ni acompañarle en sus últimos momentos y ahora está recogiendo poco a poco sus cosas, porque tiene que dejar el piso donde vive en el barrio de Lavapiés. Volverá a Santo Domingo, con su hija. Hace cuatro años que no va y allí la espera su extensa familia: sus diez hermanos, sus sobrinos, su otra hija y sus nietos. Mientras las restricciones de movimiento le impiden salir, todos los días a las ocho de la tarde, comparte los aplausos de agradecimiento con el personal sanitario y habla con sus vecinos a través de la ventana.

Ataúlfo, 72 años, pintor ciego, posa en su casa de Lavapiés, treinta y cinco días después de que el estado de alarma decretara la reclusión domiciliaria en España debido a la pandemia de COVID-19. A los 14 años Ataúlfo comenzó a trabajar como copista en el Museo del Prado, el más joven de la historia, pero a los 40 una enfermedad degenerativa le arrebató la visión. Unos años más tarde comenzó a pintar de nuevo con la ayuda de un ayudante. La pandemia le ha obligado a parar de nuevo, su ayudante se ha quedado atrapado en Sevilla. Ahora pasa sus días fumando y escuchando música esperando pacientemente para retomar sus actividades. Madrid, España, 17/04/2020,

Yussuf (50) y Bruno (50) en su casa del barrio de Lavapiés durante el decimoctavo día del estado de alarma en Madrid. Yusuf y Bruno son de Guinea Bissau y viven en una pequeña casa ocupada en Lavapiés. Llegaron a Madrid hace más de veinte años y llevan varios años en el paro. Yusuf era futbolista profesional, pero ahora se gana la vida tocando la guitarra en la calle. Bruno es hostelero, pero desde hace unos años también se gana la vida como músico callejero. Ahora no pueden tocar debido al confinamiento por la COVID-19, así que no cuentan con ningún ingreso. En la casa no tienen electricidad y además les han cortado el agua, por lo que se ven obligados a ir a los baños públicos cuando lo necesitan, y no es fácil con los bares cerrados. Lo más duro de la cuarentena para ellos es pasar hambre. El cansancio psicológico también pasa factura, y no poder comunicarse con nadie lo empeora todo. Madrid, España, 01/04/2020.

Patricia Bonar (43 años) en su casa (corrala) durante el cuadragésimo tercer día de confinamiento por el estado de alarma decretado a causa de la COVID-19. Patricia perdió su trabajo el mismo día que entró en vigor el estado de alarma. Es canaria, vino a vivir a Madrid en 2015 y desde entonces trabaja en la hostelería. El encierro le está sirviendo para reflexionar mucho sobre su futuro laboral. Se está planteando volver a su profesión (estudió criminología), pero hoy todo es muy incierto. Por suerte, su casera le ha rebajado el alquiler a la mitad hasta agosto. Así podrá recomponer su situación. Tener a la familia lejos es lo más duro para ella, pero volver a ver a los niños en la calle estos días le ha dado un subidón. Madrid, España, 27/04/2020.

Rebeca Flash (76 años) habla por teléfono durante el decimocuarto día de encierro sanitario decretado para frenar el avance de la COVID-19 en Madrid. Rebeca pasa estos días pegada al teléfono, llamando y recibiendo llamadas de la gente a la que quiere. Es madrileña y trabajó como vedette en el club de Passapoga aunque ahora está retirada. Cuando era hombre fué camarero, luego se formó en peluquería pero en plena dictadura franquista decidió cambiar de género. «El opresor Franco nos perseguía solo por ser afeminados», recuerda, «nos llevaba directamente a la cárcel, unas prisiones horribles donde se maltrataba a los chicos de mi condición, a los jóvenes como yo que no habían hecho mal a nadie». Por eso, aunque echa de menos sus largos paseos por las calles del barrio donde tiene tantos amigos, no le resulta demasiado difícil quedarse en su pequeño apartamento cuando piensa que es por el bien de todos y en la necesidad de acabar con la pandemia. Madrid, 28/03/2020.

María Jesús recibe las felicitaciones y los aplausos de sus vecinos el día de su octogésimo cumpleaños, que celebra confinada a causa de la COVID-19 en el barrio de Lavapiés. María Jesús es madrileña. Lleva cuarenta años viviendo en este barrio. Y aunque vive con su sobrina Susana, y se hacen compañía mutuamente, María Jesús echa mucho de menos a su hermana y a su otra sobrina y desea poder visitarlas pronto. Madrid, España, 25/04/2020.

María Acaso, de 49 años, participa en el aplauso colectivo con el que cada día a las 20:00 horas los ciudadanos españoles agradecen al personal sanitario su esfuerzo en la lucha contra la pandemia de la COVID-19 desde el tejado de su casa en Madrid. María es madrileña y vive con sus dos hijas adolescentes en su piso de Lavapiés. Es investigadora en arte y educación y durante estos treinta y ocho días de encierro ha podido reflexionar sobre muchos temas. «La COVID-19 nos está obligando a replantearnos todos los temas sociales, los tiempos y los trabajos. Hemos hecho una ruptura con el modelo capitalista, y eso puede estar bien; pero luego, ¿qué?», se pregunta. Destaca como positivo las redes de ayuda que han proliferado rápidamente en el barrio y las relaciones de amistad que ha desarrollado con sus vecinos, que hasta hace unas semanas eran desconocidos. Madrid, 20/04/2020

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