Reportaje

Necesarios

Leganés (184.425 hab.) es una de las localidades de la Comunidad de Madrid con mayores índices de contagios confirmados, según datos publicados en mayo de 2020 por la Dirección del Hospital Severo Ochoa: 3.562 personas fueron atendidas por síntomas de la COVID-19, de los cuales 1.862 fueron ingresos. El hospital se encontró en una situación muy complicada durante la pandemia, llegando al colapso total. Fue uno de los centros, con 209 empleados pertenecientes a todas las categorías, con más problemas de infraestructura y logística, quedándose sin camas o sin medios suficientes, teniendo que llegar a atender a pacientes en los pasillos y en el suelo del área de emergencias sin material homologado. La tasa de mortalidad durante el período de alarma fue del 10,8 %, con una incidencia de 1.781 casos por cada 100.000 habitantes. La plataforma Sanitarios Necesarios surgió para reivindicar mejoras laborales y el cese de la junta directiva del hospital por su mala gestión durante la primera ola de contagios. La llegada del coronavirus puso de manifiesto la precariedad el sistema sanitario como consecuencia de años de privatizaciones, recortes y temporalidad de sus trabajadores y trabajadoras. Promueven el refuerzo de la atención primaria y extrahospitalaria, la dotación de personal en residencias de mayores, el refuerzo en la atención hospitalaria, el abordaje de las listas de espera y un mayor apoyo frente a las consecuencias del coronavirus. Las personas que forman parte de este trabajo pertenecen a algunos de los perfiles que forman parte del sistema sanitario de la ciudad de Leganés. Han sido retratados en sus domicilios, lugar que durante la primera ola de contagios se les privó de disfrutar durante las largas horas que dedicaron a combatir la COVID-19.

Blas, 61 años. Servicio de Admisión de Urgencias Severo Ochoa. Trece años de experiencia. Colapso en urgencias: de 92 pacientes de capacidad pasaron a 386. En un solo día, murieron más de cuarenta personas. Realizó tareas de administrativas para la atención de pacientes. «Siento impotencia de no poder sacar más pacientes».

Susana. Celadora de quinceaños de experiencia. En un principio no se les facilitó mascarillas para evitar alarma social, al no ser considerados personal sanitario y personal de bajo riesgo. Cuando se recibe al paciente y están en salas donde hay riesgos de contagios. En el momento que se disparan los contagios se saturan las urgencias y la UCI, el hospital entra en colapso y empiezan a usar material improvisado no homologado, sin llegar a suministrar el material apropiado. Su peor momento fue cuando llegó al hospital el primer autobús militar para llevarse a personas infectadas por COVID-19 al hospital de IFEMA. «No se me olvidarán las caras de las personas mayores, te pedían ayuda con los ojos».

Susana. Celadora de quinceaños de experiencia. En un principio no se les facilitó mascarillas para evitar alarma social, al no ser considerados personal sanitario y personal de bajo riesgo. Cuando se recibe al paciente y están en salas donde hay riesgos de contagios. En el momento que se disparan los contagios se saturan las urgencias y la UCI, el hospital entra en colapso y empiezan a usar material improvisado no homologado, sin llegar a suministrar el material apropiado. Su peor momento fue cuando llegó al hospital el primer autobús militar para llevarse a personas infectadas por COVID-19 al hospital de IFEMA. «No se me olvidarán las caras de las personas mayores, te pedían ayuda con los ojos».

José Francisco, 53 años. Médico de atención primaria del Centro de Salud Santa Isabel. Fue voluntario en el hospital de campaña en IFEMA. La atención primaria se colapsó de casos leves de personas que se enviaban a sus domicilios donde se les hacía un seguimiento telefónico dándoles instrucciones durante el confinamiento. Las personas que atendían eran reticentes a ir al hospital debido a las condiciones de saturación en las que se encontraba el Hospital Severo Ochoa. Sus peores semanas fueron cuando tuvo que certificar defunciones en domicilios junto con la policía judicial. “Nunca se me olvidará el camino a casa con las calles vacías “

José Francisco, 53 años. Médico de atención primaria del Centro de Salud Santa Isabel. Fue voluntario en el hospital de campaña en IFEMA. La atención primaria se colapsó de casos leves de personas que se enviaban a sus domicilios donde se les hacía un seguimiento telefónico dándoles instrucciones durante el confinamiento. Las personas que atendían eran reticentes a ir al hospital debido a las condiciones de saturación en las que se encontraba el Hospital Severo Ochoa. Sus peores semanas fueron cuando tuvo que certificar defunciones en domicilios junto con la policía judicial. “Nunca se me olvidará el camino a casa con las calles vacías “
“nunca se me olvidará el camino a casa con las calles vacías “

Julia, de 52 años. Enfermera en UCI Hospital Severo Ochoa, catorce años de experiencia. Su UCI con capacidad para 12 camas, dos de ellas estaban cerradas por los recortes. Con motivo de la primera ola, fueron trasladados a otra unidad con más capacidad; pasó de atender diez enfermos a treinta y cinco. Pacientes que no paraban de entrar y salir siendo atendidos sin medios físicos de protección, en ocasiones improvisados por ellos mismos. Llevaban desde hace tiempo avisando de las necesidades que tenían en el hospital de falta de medios para realizar su trabajo, debido a los recortes. “Necesito respirar, pero de qué manera respiro.”

Julia, de 52 años. Enfermera en UCI Hospital Severo Ochoa, catorce años de experiencia. Su UCI con capacidad para 12 camas, dos de ellas estaban cerradas por los recortes. Con motivo de la primera ola, fueron trasladados a otra unidad con más capacidad; pasó de atender diez enfermos a treinta y cinco. Pacientes que no paraban de entrar y salir siendo atendidos sin medios físicos de protección, en ocasiones improvisados por ellos mismos. Llevaban desde hace tiempo avisando de las necesidades que tenían en el hospital de falta de medios para realizar su trabajo, debido a los recortes. “Necesito respirar, pero de qué manera respiro.”

Lidia, de 56 años. Personal de limpieza, 33 años trabajando en el Hospital Severo Ochoa. Recibieron cursillos rápidos de veinte minutos de cómo vestirse y desvestirse con batas finas quirúrgicas. Al no disponer de EPI, tuvieron que improvisar con bolsas de basura y con esparadrapo ropa de trabajo con la que tuvieron que realizar sus labores durante un mes hasta que empezó a llegar material operativo de usar y tirar que, al ser insuficiente, tuvieron que reciclar. Se contagió durante el desarrollo de su trabajo. “Por la noche cerraba los ojos y se venían a la mente las caras de la gente que había muerto.“

Lidia, de 56 años. Personal de limpieza, 33 años trabajando en el Hospital Severo Ochoa. Recibieron cursillos rápidos de veinte minutos de cómo vestirse y desvestirse con batas finas quirúrgicas. Al no disponer de EPI, tuvieron que improvisar con bolsas de basura y con esparadrapo ropa de trabajo con la que tuvieron que realizar sus labores durante un mes hasta que empezó a llegar material operativo de usar y tirar que, al ser insuficiente, tuvieron que reciclar. Se contagió durante el desarrollo de su trabajo. “Por la noche cerraba los ojos y se venían a la mente las caras de la gente que había muerto.“

Ana, de 50 años. Enfermera UCI. En su unidad no existía ningún plan que seguir ante los primeros pacientes infectados. Nadie les enseñó cómo desinfectarse, tampoco disponían de un material homologado por lo que improvisaron un uniforme de contención con los medios que pudieron. Habla de la falta de previsión por parte del hospital ante lo que estaba sucediendo y el ritmo frenético al que estaban sometidos no dando abasto entre infectados y fallecidos. Con el apoyo de amigos y vecinos fueron recibiendo al principio material para poder protegerse, lo que les dio un respiro ante el colapso. Tuvieron un problema grave de salud laboral. “Todo el mundo que entraba en la UCI fallecía, pensaba que íbamos a morir todos.“

Ana, de 50 años. Enfermera UCI. En su unidad no existía ningún plan que seguir ante los primeros pacientes infectados. Nadie les enseñó cómo desinfectarse, tampoco disponían de un material homologado por lo que improvisaron un uniforme de contención con los medios que pudieron. Habla de la falta de previsión por parte del hospital ante lo que estaba sucediendo y el ritmo frenético al que estaban sometidos no dando abasto entre infectados y fallecidos. Con el apoyo de amigos y vecinos fueron recibiendo al principio material para poder protegerse, lo que les dio un respiro ante el colapso. Tuvieron un problema grave de salud laboral. “Todo el mundo que entraba en la UCI fallecía, pensaba que íbamos a morir todos.“

arrow_upward Volver arriba
arrow_back arrow_forward

Descarga no permitida

Os recordamos que todos los derechos de explotación de las fotografías son de su autor/a y que solamente los ha cedido para el archivo. Ponte en contacto con él/ella para cualquier otro uso. Gracias.