Reportaje

Emergencia alimentaria

Desde que llegó a España la pandemia por coronavirus, las intolerables colas del hambre no han dejado de crecer en Madrid. Las despensas solidarias que se crearon en el confinamiento siguen abiertas pero están saturadas. No son capaces de asumir el sustento de mas de cincuenta mil personas diarias. A la emergencia sanitaria se ha sumado la emergencia alimentaria. Este proyecto fotográfico muestra las diferentes realidades del reparto de comida en el centro de Madrid. He querido dejar hablar tanto a las personas que necesitan ayuda como a las personas que organizan los repartos de comida. Sus miradas, su forma de estar, de moverse, de vestir, sus gestos son los que nos cuentan parte del drama que están viviendo. Son las despensas solidarias organizadas tanto por comunidades de vecinos como por congregaciones religiosa, musulmanas o católicas las que ondean al unísono la bandera de la solidaridad. En ese esfuerzo conjunto está nuestra esperanza.

La mezquita de Lavapiés, en la calle Provisiones, cerró al rezo durante el confinamiento decretado en el mes de marzo. Desde entonces y hasta finales de junio, se abrió a la asociación Valiente Bangla para dar sustento a más de mil quinientas familias, en su mayoría bangladesíes, de Lavapiés. Reparten sacos de construcción repletos de alimentos y docenas de huevos. Convocaban a unos trescientos bangladesíes cada semana que iban llegando separados sin prácticamente hablar entre ellos. Una familia espera delante de la mezquita el turno para incorporarse a la cola de reparto de la comida.

La mezquita de Lavapiés, en la calle Provisiones, cerró al rezo durante el confinamiento decretado en el mes de marzo. Desde entonces y hasta finales de junio, se abrió a la asociación Valiente Bangla para dar sustento a más de mil quinientas familias, en su mayoría bangladesíes, de Lavapiés. Reparten sacos de construcción repletos de alimentos y docenas de huevos. Convocaban a unos trescientos bangladesíes cada semana que iban llegando separados sin prácticamente hablar entre ellos. Reparto de comida en la puerta de la mezquita de la calle Provisiones.

La mezquita de Lavapiés, en la calle Provisiones, cerró al rezo durante el confinamiento decretado en el mes de marzo. Desde entonces y hasta finales de junio, se abrió a la asociación Valiente Bangla para dar sustento a más de mil quinientas familias, en su mayoría bangladesíes, de Lavapiés. Reparten sacos de construcción repletos de alimentos y docenas de huevos. Dos personas bajan por la calle del Mesón de Paredes después de recoger los sacos con comida y las cajas con docenas de huevos.

La mezquita de Lavapiés, en la calle Provisiones, cerró al rezo durante el confinamiento decretado en el mes de marzo. Desde entonces y hasta finales de junio, se abrió a la asociación Valiente Bangla para dar sustento a más de mil quinientas familias, en su mayoría bangladesíes, de Lavapiés. Reparten sacos de construcción repletos de alimentos y docenas de huevos.Un bangladeshi pasa por delante de la Cafeteria Peyma cerrada por el confinamiento en la calle Sombrerete.

Donde antes se daban clases de español, ahora se reparten verduras, arroz, leche y pan de molde. Es la Asociación de los Inmigrantes Senegaleses en la calle Provisiones de Lavapiés. Desde la asociación ayudan a todo el mundo, no importa el color de la piel. Ahí llegan africanos, dominicanos, españoles. Ayudan a todos, nos dice Abdou, uno de los voluntarios responsables del reparto de alimentos.

La mezquita de Lavapiés, en la calle Provisiones, cerró al rezo durante el confinamiento decretado en el mes de marzo. Desde entonces y hasta finales de junio, se abrió a la asociación Valiente Bangla para dar sustento a más de mil quinientas familias, en su mayoría bangladesíes, de Lavapiés. Reparten sacos de construcción repletos de alimentos y docenas de huevos. Convocaban a unos trescientos bangladesíes cada semana que iban llegando separados sin prácticamente hablar entre ellos y que forman una larga cola en la calle Provisiones.

En el lateral de la calle Corredera Baja de San Pablo alrededor de la iglesia de San Antonio de los Alemanes, en el barrio de Malasaña, se entregan bolsas con alimentos y bocadillos de lunes a sábado. A pesar de su naturaleza religiosa como Santa Pontificia y Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, también tienen en cuenta que algunas de las personas que acuden a por su ayuda tienen otras creencias, y preparan bocadillos respetando la prohibición de comer cerdo. Son conscientes que estar en esta fila no es plato de gusto para nadie y la mayor afluencia la notan los sábados «porque otros comedores no abren». La cola de este sábado llega hasta la calle Ballesta rodeando la iglesia, aunque el punto de recogida de alimentos está en la Corredera Baja de San Pablo.

En la calle Hortaleza el padre Ángel, a través de la Asociación Mensajeros por la Paz, con un nutrido grupo de voluntarios proporciona comida, ropa y desayunos a familias y personas sin hogar. Paula, trabajadora social, recibe las llamadas de familias que necesitan ayuda y se encarga de establecer los turnos en el reparto de comida en un improvisado despacho en la iglesia de San Antón de la calle Hortaleza en el barrio de Chueca.

La capilla del Ave María en la calle Doctor Cortezo en el barrio de Las Letras, formaba parte del convento de la Trinidad. Se trata del único vestigio de este convento, que fue fundado en 1611 por el rey Felipe II. El Comedor Social, que cumplió cuatrocientos años en 2018, fue fundado en 1611 y su gestión corre a cargo de los miembros de la familia trinitaria. Su objetivo fue y es el de atender al necesitado. Hoy ofrece desayunos y meriendas a más de un centenar de personas, además de alimentos a familias necesitadas. Jennifer sostiene en brazos a Tiago esperando en la cola de recogida de alimentos del comedor del Ave María.

En la iglesia de San Antón en la calle Hortaleza del barrio de Chueca, el padre Ángel a través de la Asociación Mensajeros por la Paz, con un nutrido grupo de voluntarios, proporciona comida, ropa y desayunos a familias y personas sin hogar. El padre Joaquín escucha las necesidades de José Antonio bajo la imagen de La última comunión de san José de Calasanz, que Goya pintó en 1819 para la iglesia de San Antón, aunque en la actualidad el cuadro que se expone en la iglesia es una copia. En la verja, los enamorados anudan lazos de amor bajo las reliquias de san Valentín. Los lazos han sido sustituidos por decenas de tarjetas con el nombre de las personas queridas fallecidas por COVID-19.

En la iglesia de San Antón en la calle Hortaleza del barrio de Chueca, el padre Ángel a través de la Asociación Mensajeros por la Paz, con un nutrido grupo de voluntarios, proporciona comida, ropa y desayunos a familias y personas sin hogar. Tres personas esperan su turno para recibir alimentos después de haber sido atendidas por el párroco o trabajadores sociales. En los bancos se mantiene la distancia social para evitar contagios por COVID-19 y se ha señalado dónde pueden sentarse.

La Plataforma La CuBa (Lavapiés, Madrid) no es nada y son todos. Está compuesta por vecinas y vecinos que quieren apoyarse en este tiempo de crisis sanitaria, y social, y tienen claro que el barrio debe autoprotegerse. La CuBa empezó gestionando el reparto de alimentos (que surgió del Club Elemental de Fútbol Los Dragones de Lavapiés) en el Teatro del Barrio, y posteriormente se mudaron al local de la calle Argumosa 24, cedido solidariamente por otro vecino. A las ocho de la tarde durante varios meses comenzaban a repartir una bolsa con la cena a todos los que se acercaban. Casi una hora más tarde los voluntarios siguen preparando bolsas mientras Christian y su novia, también voluntarios, muestran un gesto de cariño.

En la iglesia de San Antón en la calle Hortaleza del barrio de Chueca, el padre Ángel a través de la Asociación Mensajeros por la Paz, con un nutrido grupo de voluntarios, proporciona comida, ropa y desayunos a familias necesitadas y personas sin hogar. Archie y su madre han ido a recoger alimentos los días previos a la Navidad. La voluntaria, anticipandose unos días a la Navidad, ha regalado a Archie un osito gigante recibido en la iglesia por donantes anónimos.

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