Reportaje

El Rastro herido

El Rastro herido por la pandemia. La crisis de la COVID-19 también consiguió paralizar el Rastro. El mercado histórico más emblemático de la ciudad de Madrid, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XVIII, se vio obligado a cesar su actividad desde el domingo 8 de marzo hasta el 22 de noviembre del 2020. Fueron ocho meses y medio de tensiones y mucha incertidumbre para más de un millar de familias que se vieron afectadas por este cierre y dejaron de generar ingresos. El Ayuntamiento aprovechó la situación para proponer un nuevo plan de remodelación a la gestión del mercado. Dicha propuesta no fue bien recibida por parte de los afectados ya que, según alegaron, si la aceptaban el Rastro perdería su esencia fundamental como mercado tradicional y muchos de sus vendedores se verían obligados a perder las licencias de sus puestos. Ante esta situación comenzaron las movilizaciones de protesta y las tensas negociaciones con el Gobierno municipal, que ante la presión de los vendedores se vio obligado a modificar sus propuestas iniciales. En el mes de noviembre se llegó a un acuerdo entre las partes en el que las nuevas condiciones pactadas incluían que hasta el final de la pandemia el mercado abriría el 50 % de sus puestos alternativamente cada domingo y el aforo máximo no podría superar los 2700 visitantes. El 22 de noviembre reinició de nuevo su actividad. El Rastro no solo es un mercado callejero, que como tal goza de fama internacional, es el único mercado declarado patrimonio cultural de Madrid. En esta crisis ha demostrado ser un ejemplo de superación. Si tuviéramos que sintetizar una palabra para definirlo esta seria la de «diversidad». Sin duda en el ámbito sociocultural es en este entorno donde confluyen numerosas coordenadas. Diversidad cultural, de genero, de razas y de clases sociales; es un enclave de tolerancia en el que se mezclan la vanguardia con la tradición, la identidad cultural con el progreso y la tradición con la modernidad.

Manifestantes protestan en la Ribera de Curtidores por la reapertura del Rastro. Es el primer domingo de agosto, ya han pasado más de cinco meses desde que el mercado callejero más importante de Madrid cesó su actividad. El Ayuntamiento ha propuesto un nuevo modelo de remodelación para este mercado, pero los vendedores no lo aceptan y no están dispuestos a ceder.

El cierre del rastro ha provocado que más de un millar de familias se vean afectadas. Para muchas de ellas la situación se ha convertido en insostenible. El consistorio propone anular las actuales liciencias y reallizar un nuevo sorteo cambiando zonas y ubicaciones. Los vendedores no cesan y no están dispuestos a perder sus actuales permisos ni renunciar a sus licencias.

Por sexto domingo consecutivo se sucede la manifestación por la reapertura del Rastro. Argumentando una nueva remodelación el Gobierno municipal insiste en sortear las licencias. Ante esta situación los afectados siguen sin ceder, no están por la labor de sortear y jugarse sus puestos de trabajo. Sigue sin haber entendimiento entre las partes.

Hoy es 22 de noviembre del 2020. Es el primer domingo en el que, despues 254 días, el Rastro intentará retornar a su normalidad. Se abrirán sus cierres, se montaran la mitad de los puestos y retornaran sus ansiados visitantes. Seguimos en estado de alarma y nuestros héroes de la ficción siguen estando confinados.

Primer domingo de reapertura. Este vendedor se protege para poder asistir a su puesto. Debido a su edad es personal de alto riesgo y toma todas las medidas posibles de defensa contra el virus. Lleva ocho meses sin trabajar y después de lo que ha costado volver debe intentar evitar contagiarse.

Primer día de vuelta a la actividad. Esta mujer echaba de menos sus paseos domingueros por el Rastro; me dice que vive en el barrio y que añoraba el trasiego, el bullicio y el colorido de sus calles. «Muchos vecinos se quejaban del jaleo de los domingos, pero cuando nos ha faltado es cuando verdaderamente hemos añorado lo que llevábamos viviendo toda la vida». Estos meses de ausencia han servido para valorar la importancia que el Rastro tiene.

Las tiendas de moda urbana y vintage han proliferado mucho y el Rastro es un claro ejemplo de estos diseños de vanguardia que por sus precios adsequibles atraen a una población muy joven. Con los tiempos de pandemia la prenda estrella más solicitada y vendida son sin duda las mascarillas.

Segundo domingo de apertura, hoy se ha sosegado la incertidumbre del domingo pasado. El estado de alarma y el frío aminoran los visitantes. Esta mujer observa con fijeza algo que la le ha llamado la atención. En el Rastro cuando menos te los esperas cualquier cosa te puede sorprender. No me preocupa lo que ella está mirando, a mí lo que me sorprende es el gesto de su mirada y sus ojos que son del color de su pelo. Al menos los dos por ese instante nos hemos olvidado de esta puñetera pandemia.

Estamos junto a la Casa de las Musas, un pequeño negocio que vende antigüedades, vintage y diseño. En la imagen, su responsable me comenta que al tener establecimiento puede abrir todos domingos pero reconoce que los ocho meses en los que el Rastro estuvo sin actividad no le resultaba para nada rentable abrir. Entiende los planeamientos de los vendedores ambulantes y es consciente de que sin puestos el Rastro estaría abocado a un absoluto fracaso.

Jesús es conocido como el Vaquero del Rastro, desde hace más de treinta años regenta un puesto de venta de cómics en la plaza del Campillo del mundo nuevo. Me comenta que hoy no le ha tocado abrir porque lo hizo la semana pasada, hay que cumplir las normas de alternacia del 50 % de los puestos. Es 13 de diciembre y es el cuarto domingo que el rastro retorna poco a poco a su nueva normalidad.

La moda de vanguardia se ha popularizado y el Rastro es un claro ejemplo. Prendas atrevidas y coloridas que unen el pasado con el presente y son símbolo de una evolución que marca una nueva realidad.

La heterogénea mezcla de una tienda en la que se puede comprar el busto de un maniquí, el sombrero de una cama moderna o un sombrero de copa. En el Rastro todo se compra y se vende.

Tercer domingo de apertura. Han sido y siguen siendo tiempos duros, pero la actividad avanza poco a poco hacia la nueva normalidad. Esta vendedora tenía olvidado lo que era vender un par de medias, hoy reconoce que el día se le esta dando bien, «pero cómo dure mucho este bicho tan malo no sé si podré resistir, porque trabajando un domingo si y otro no… Las cuentas no me salen».

Esta pareja es un ejemplo de la peculiaridad del Rastro como lugar de encuentro. En él confluyen distintas coordenadas en las que priman la diversidad, la identidad de genero, la modernidad y la tradición, aspectos fundamentales para entender la esencia de nuestra cultura y el progreso de la ciudad de Madrid.

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