Reportaje

Solos

La pandemia del coronavirus ha azotado España con más violencia que en cualquier otro país de Europa hasta el momento. A lo largo de la primera ola, el país registró 48.000 muertes más que en años anteriores, el exceso de mortalidad más alto de la Unión Europea. Durante las peores semanas de marzo y abril, el sistema sanitario llegó, y en algunos momentos, sobrepasó, al límite del colapso. Se movilizó a todo el personal sanitario disponible, estudiantes y jubilados incluidos, para hacer frente al primer pico de la pandemia. El Gobierno decretó un confinamiento domiciliario total, mientras en la calle los servicios de emergencia no daban abasto. El escenario donde la pandemia causó más estragos fue en las residencias de ancianos: más del 70 % de los muertos por COVID-19 de España se han registrado en estos centros. En algunos casos, llegaron a perder la vida hasta cuatro de cada diez residentes. Los servicios funerarios trabajaban como nunca antes para enterrar o incinerar los cuerpos de aquellos que no habían conseguido sobrevivir. El colapso llegó hasta el punto de obligar a transformar el aparcamiento de uno de los principales tanatorios de la ciudad de Barcelona en un improvisado depósito de cadáveres, donde los ataúdes se acumulaban día a día. Mientras tanto, en los cementerios, solo tres familiares podían asistir al entierro de sus seres queridos, además de estar obligados a hacerlo con mascarilla y manteniendo una distancia interpersonal imposible de respetar en los momentos más emotivos.

Un perro espera a su dueño en la puerta del Centro de Atención Primaria (CAP) Manso de Barcelona.

Varios trabajadores de la UCI COVID del Hospital del Mar se organizan para atender a los enfermos positivos de coronavirus en un ajetreado día de la segunda ola de la pandemia.

Una enfermera ayuda a moverse a un paciente positivo de coronavirus en el box de la UCI 5.1 del Hospital Clínic de Barcelona.

Una enfermera del Hospital Clínic de Barcelona habla por teléfono en uno de los pasillos próximos a la UCI COVID del centro. Al fondo, el personal sanitario asiste a las pruebas PCR rutinarias para controlar el contagio en los profesionales de la sanidad.

Dos trabajadores de la funeraria Mémora trasladan el cuerpo sin vida de un anciano que falleció hace unas horas en una residencia de Barcelona. Esta se ha convertido en una imagen demasiado familiar a medida que en España las muertes superan las veinticinco mil después de la primera ola de infecciones por COVID-19.

Los bomberos de Barcelona realizaron trabajos de desinfección en residencias de ancianos durante el pico de la pandemia. En esta foto, un bombero limpia el Equipo de Protección Individual (EPI) de su compañero tras intervenir en un hospital geriátrico de Barcelona.

Un trabajador de la fábrica de ataúdes del grupo Mémora da un baño de barniz a un ataúd ante un posible pico de demanda tras la primera ola de infecciones por COVID-19. Algunas fábricas de ataúdes redujeron la variedad de sus modelos debido a la alta demanda de ataúdes durante los peores momentos de la pandemia.

Un trabajador del crematorio de Montjuïc traslada una urna funeraria por las instalaciones de Barcelona.

Javier y Carina consuelan a su hermana mayor, María Rosa, durante el entierro de su madre, Amparo. Debido a las restricciones impuestas en los cementerios, solo tres de los seis hermanos han podido entrar en el cementerio de Montjuïc en Barcelona.

arrow_upward Volver arriba
arrow_back arrow_forward

Descarga no permitida

Os recordamos que todos los derechos de explotación de las fotografías son de su autor/a y que solamente los ha cedido para el archivo. Ponte en contacto con él/ella para cualquier otro uso. Gracias.