Reportaje

Confinamiento y adolescencia

Cuando entramos en el confinamiento empecé de manera espontánea pero obsesiva a fotografiar el día a día de nuestra familia, con dos hijos adolescentes. Un adolescente quiere espacio y amigos, todos sabemos que tienen un vinculo fortísimo con su círculo más cercano. Este círculo se rompió y mis hijos se vieron obligados a encerrarse con su familia en un piso durante noventa días. Esta serie narra estos momentos. Cada uno fue reaccionado de manera diferente, con altos y bajos bastante marcados. Mi hijo mayor abatido, el segundo explosivo y la tercera buscando dónde invertir su torrente de energía creativa. El conjunto familiar funcionó como núcleo de esperanza, pero hubo momentos de desaliento y angustia. Vivimos en una calle céntrica del Ensanche de Barcelona, pero estaba todo vacío, las ambulancias pasaban constantemente debajo de casa, teníamos un hotel medicalizado al lado. Intentamos mantener el orden y los horarios: desayuno, estudio, jugar a la pelota en el terrado, comida, estudio, jugar a la pelota, merienda, teléfono, mucho teléfono y a dormir. Fue y sigue siendo un momento distópico y es lo que quieren reflejar mis fotos; extrañeza, confusión, tristeza, soledad compartida, mezclado con momentos de afecto y energía intensa.

Antonio, en un día introspectivo en el terrado. Un día malo.

Antonio, en uno de los pocos momentos activos, en el terrado.

Antonio juega en el terrado, detrás los edificios de nuestro patio de manzana.

Los ánimos poco a poco van bajando. Ya es final de abril y seguimos todos encerrados, los cinco. Ya no tenemos mucho que hablar.

Tomás, extremadamente futbolero. Ha conseguido que Roberta le acompañara diariamente a jugar en el terrado. Los dos tienen mucha energía para gastar.

Roberta y Tomás juegan hasta que la pelota vuela hacia la calle Valencia, golpeando el suelo de la calle vacía. O hasta que empiecen a pelear.

Las primeras semanas de confinamiento hacíamos gimnasia con nuestro vecino de finca, un profesor del gimnasio de al lado de casa. Le podíamos ver desde nuestro terrado. A Tomás no le hacia mucha gracia.

Roberta hace gimnasia, Antonio mira al patio de manzana. Durante el confinamiento hemos conocido de lejos a muchos vecinos,
seguíamos un poco la rutina de sus familias.

Roberta, en el trastero del terrado. De alguna manera ha salido fuera de nuestro piso, y puede estar allí dentro sola, lejos de sus hermanos.

Caminata diaria en el terrado, sin niños. Necesaria. No importa el tiempo.

En las primeras semanas del confinamiento, los niños aún no se peleaban. Momentos de diversión, los tres juntos.

Roberta, en el salón de casa. Aburrimiento. Ya no sabemos mucho qué hacer. Y no sabemos hasta cuándo estaremos aquí.

Antonio ya no se anima con nada. Está triste, ya no quiere estar aquí. Los días son muy largos e iguales.

Algún día pasa algo diferente para cambiar la rutina. Un incendio en la panadería vecina. Vemos a todos los vecinos en sus balcones, mirando los camiones de bomberos.

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