Reportaje

Atrapados

Relatamos la historia de un grupo de jóvenes inmigrantes que viven en una nave industrial abandonada de Terrassa. La crisis sociosanitaria y el estado de alarma les he dejado sin las necesidades más básicas cubiertas para sobrevivir y han tenido que salir adelante cómo han podido, con una restricción de movilidad que todavía los hacía más vulnerables. Organizados en la red de apoyo mutuo de Terrassa Sense Murs, los jóvenes han recibido la ayuda de personas anónimas mediante una caja de resistencia creada ante la excepcionalidad del momento. Tienen entre 19 y 24 años, normalmente cada uno se busca la vida de manera individual, conviven en el mismo espacio y la convivencia es buena, a pesar de las condiciones en que viven. Durante el confinamiento se repartían las tareas y se obligaban cada día a limpiar la casa y estar activos. Ahora, poco a poco, vuelven a buscar chatarra, pero todavía no la pueden vender, ya que el mercado donde lo hacían está clausurado debido a la COVID-19 y no saben cuándo volverán a abrir. Actualmente, en Terrassa hay más de ciento cincuenta jóvenes en esta situación; el estado de vulnerabilidad en que se encuentran, sin embargo, no les deja avanzar. Están atrapados en un sistema que los rechaza, en una ciudad donde son ignorados. Intentan sobrevivir, pero no lo pueden hacer legalmente, viven siempre al margen, a la sombra de la ciudad, intentando no buscar problemas y poder conseguir algo para comer cada día.

Cada día buscando algo para poder vender.

A pesar de las carencias del espacio, cada día se preocupan de la higiene personal. En la imagen, Mustafá se prepara para rezar.

Los días pasan lentamente dentro de la fábrica, se distraen muchas horas mirando el móvil.

Calentando agua para hacer una ducha.

Jornada de limpieza para habilitar un poco el espacio y echar a las ratas.

Nasir, de 19 años, se afeita en el espejo que tiene colocado en la cocina. Dice que solo quiere que lo dejen trabajar.

Ayoub es peluquero profesional y ha estado viniendo a la fábrica, cuando el confinamiento se lo ha permitido, para cortar el pelo a los jóvenes que viven.

Los jóvenes durante el confinamiento cada día salían al patio de la nave para hacer un poco de ejercicio.

Su trabajo, recoger cosas para intentar revender.

El acoso policial es constante, diariamente en las calles o incluso dentro su casa, donde la policía entra sin orden judicial varias veces cada mes.

La noche y la oscuridad se acaba convirtiendo en el escenario perfecto para seguir pasando desapercibidos.

Buscando escondites para guardar las cosas de valor.

A pesar de las malas condiciones del espacio, mantienen siempre el calor familiar de cualquier hogar.

Un día más que termina sin perder la esperanza de que un día lograrán una vida mejor.

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