Reportaje

Hospital de campaña Santa Anna

El hospital de campaña de la parroquia de Santa Anna en Barcelona ha estado dando cobertura a los más necesitados, volcándose en cubrir la emergencia social y alimentaria acrecentada durante la pandemia. A su tradicional labor de ayudar a los sin techo y de acoger a menores no tutelados se ha sumado la situación de precariedad a causa de la crisis sanitaria y económica. Durante este tiempo, han estado dando unas cien comidas al día en su comedor social y han dado asistencia médica, todo ello gracias a la colaboración de un buen número de voluntarios y de la generosidad de los promotores del hospital, los padres Pallo y Xavier y la monja Vicky Molins

Lola es una de las ciento cincuenta voluntarias que prestan su ayuda y colaboración para poder llevar a cabo las labores de ayuda a los necesitados. En la imagen, Lola colabora sirviendo comida en el comedor social.

Faouzia es otra de las ciento cincuenta voluntarias que prestan su ayuda en Santa Anna. Cariñosa, atenta, siempre dispuesta a ayudar, luchadora, preside la asociación de mujeres marroquís de Catalunya. Un ejemplo de que las personas están por encima de las creencias. En la imagen, abraza a Aurora, una señora mayor con hogar pero falta de recursos que asiste al médico y al comedor de Santa Anna.

Javier se halla en situación de calle desde hace unos meses. Desde entonces Santa Anna es una de las entidades a las que se dirige para comer. La precariedad y la pandemia se han unido para agravar la situación de muchas personas que, como Javier, lo han perdido todo durante estos meses.

Montse, veterana de la medicina, es dermatóloga con consulta propia. Atraída por su vocación de ayudar a los demás forma parte del equipo médico que asiste semanalmente y de forma gratuita y desinteresada a los más necesitados en Santa Anna. Durante el confinamiento corrió una maratón en casa que convirtió en una campaña de recaudación de dinero para la construcción de una ducha en Santa Anna en la que se pudieran duchar las personas de la calle. El resultado fue todo un éxito, se recaudaron más de cuarenta mil euros. Gran persona y profesional, posa en la nave central de Santa Anna bajo la luz filtrada a través de las vidrieras.

La doctora Montse y la enfermera Esther asisten a una usuaria de Santa Anna en el despacho instalado en una de las capillas que dan al pórtico de Santa Anna.

La doctora Montse toma la tensión a uno de los usuarios de Santa Anna durante las consultas que realiza los lunes por la mañana.

A los servicios de medicina habituales de Santa Ana se unió recientemente una podóloga para facilitar una asistencia tan necesitada como la del confort y la salud de los pies de personas que muchas veces pasan el día deambulando por las calles.

Una de las voluntarias del comedor social entrega una bandeja con las raciones de comida a uno de los 100 usuarios que cada día asisten al comedor social se Santa Anna.

Es navidad en Santa Anna, Athenas y Oliver se besan después de comer en una jornada de festividad, con música y presentes para las personas que habitualmente hacen uso de los servicios de Santa Anna.

Faouzia en labores de voluntaria durante uno de los turnos de comida del comedor social de Santa Anna. Cada día se dan unas cien comidas, divididas en tres turno,s por estricto orden de inscripción para evitar la masificación y facilitar el distanciamiento. Otras normas son el control de temperatura al entrar, el uso de gel y el buen comportamiento social.

Khalid, 29 años. Exmenor no tutelado, voluntario en el hospital de campaña de Santa Anna. Huyó de su país bajo un camión con tan solo once años. Sin madre, sin saber nada de su padre, sin sustento familiar, se lanzó a su sueño de llegar a Barcelona. Después de muchas vicisitudes consiguió su objetivo, pero en Barcelona la vida tampoco fue fácil. Condenado a la supervivencia, con una ley de extranjería hostil y el estigma de la xenofobia, los pequeños hurtos dieron con él en correccionales y prisiones hasta que el enorme corazón de la monja teresina María Victoria Molins consiguió sacarlo de prisión y darle el cariño de una madre. En la imagen, Khalid posa en el pórtico de Santa Anna, donde ha conseguido recuperar la ilusión por vivir ayudando a los demás.

Además de dar servicio de comedor presencial entre las 12:00 h y las 14:00 h, al salir los usuarios pueden llevarse un tupper para cenar. En la foto uno de los usuarios recogiendo su ración para la noche.

Imagen de una de las zonas del pórtico de Santa Anna que ha sido habilitada como comedor social. Durante los meses de frío se han colocado unas estufas para dar calor a las personas que van a comer.

Lola es una de las ciento cincuenta voluntarias que prestan su ayuda y colaboración para poder llevar a cabo las labores de ayuda a los necesitados. En la imagen, Lola colabora sirviendo comida en el comedor social.

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