Reportaje

Enmascarados

Con el estado de alarma como medida extraordinaria para frenar los niveles de contagios por coronavirus, el país se paralizó, se encerró y experimentó la historia de un confinamiento. El hogar adquirió protagonismo. También para un colectivo prejuiciado, que existe, aumenta, y que fácilmente pasa desapercibido. Enmascarados es la historia de un confinamiento sin hogar, un reconocimiento a los que se han confinado como todos y a los que siguen sin un hogar propio como muchos. Un trabajo que pone el foco de atención a unos trabajadores que acompañan y a unos actores que actúan en el escenario de un albergue para gente sin hogar. Un trabajo documental que sirve de hilo conductor para reconocer la valentía de los que están dentro, y cuestionar la estereotipada mirada al «sinhogarismo». Una gratitud a los que, amparándose en la máscara como muro de lo incómodo y lo secreto, ofrecen al espectador la oportunidad de reconocerse en la cotidianidad de sus gestos. Enmascarados es un homenaje a sus protagonistas en el marco de un confinamiento común pero diferente, colectivo pero solitario, de zapatillas y mascarillas, de salir y volver a entrar. El trabajo se ha desarrollado en el Equipamiento Integral Nou Barris (Barcelona), de titularidad municipal, dirigido a personas sin hogar y en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona.

Los jóvenes Issam y Mustapha acaban de disputarse la última ronda del juego de las sillas. Hay que buscar actividades que distraigan y ayuden a sobrellevar el confinamiento.

Un usuario permanece aislado en una sala habilitada para casos con sintomatología compatible con la COVID-19. Un test PCR confirma el positivo por coronavirus. Está a la espera del ingreso a un hotel salud para cumplir con los días de cuarentena.

Adela, la profesional de la limpieza, intenta protegerse al máximo a lo largo de su jornada laboral. La situación de varios casos de COVID-19 obliga a extremar las precauciones.

Antes del confinamiento, los residentes tenían la posibilidad de cortarse el pelo de manera gratuita gracias a un convenio con una escuela de peluquería. La nueva realidad obliga a confiar en las habilidades de los compañeros. En la imagen, el técnico de intervención social Roger es quien ejerce también como peluquero.

Óscar se disputa la partida con Albert, técnico de intrevención social del centro. El que gane seguirá jugando. Iván, apoyado en la barandilla, espera a que termine la partida para poder entrar. Los juegos suelen ser a veintiún puntos o a once si hay mucha gente esperando turno. Excepcionalmente a siete. La mesa de ping-pong es la gran protagonista a lo largo de los días de confinamiento.

Los diferentes positivos exigen el uso por parte de los trabajadores de los equipos de protección individual, los EPI. La nueva situación también ha afectado a los horarios laborales. De dos equipos de trabajo se ha pasado a tres. En rotación, uno trabaja, otro descansa y el tercero debe estar disponible por si hay que cubrir la baja de algún compañero en turno de trabajo.

Debido al aumento de casos positivos por coronavirus a lo largo de los últimos días, trabajadores y usuarios son sometidos a pruebas PCR.

Varios positivos asintomáticos en los resultados de las pruebas PCR ponen de manifiesto la necesidad de dividir los espacios y separar a los usuarios para minimizar las probabilidades de nuevos contagios.

Se considera la necesidad de desalojar el equipamiento para que los bomberos procedan a su desinfección. Los usuarios que han dado negativo se instalarán unos días en unas dependencias municipales. Los que han resultado positivos, permanecerán aislados en diferentes hoteles salud.

Iván y Óscar duermen en la habitación número 7. Deben compartir la mesa durante las comidas. Es uno de los momentos de más probabilidad de contagio. Si comparten el espacio de la comida las personas que duermen juntas, se minimizan los contactos estrechos en caso de un positivo.

Abdel reza en el comedor minutos antes de acostarse.

Un grupo de usuarios ha vuelto de los hoteles salud después de cumplir con los días de cuarentena. El joven Iván se ha reencontrado con una usuaria después de días sin verse. Los tres centros de primera acogida de la ciudad de Barcelona han sido mixtos hasta hace pocos días. Ahora dos son destinados a hombres y un tercero exclusivo para mujeres.

El espacio libre que se observa en la consigna, donde los residentes pueden dejar sus pertenencias, se debe a la necesidad de reducir el número de plazas para respetar las distancias. Varios usuarios han sido derivados a otros recursos. Se ha pasado de un capacidad de seteenta y cinco camas a cincuenta y cinco.

Óscar, natural de Granollers, Barcelona, tiene dos hijas. Han estado cuatro meses sin verse. El móvil, a lo largo del confinamiento, le ha servido para mantener el contacto diario. Además, como casi cada noche, lo utiliza para acompañarse de una película antes de acostarse.

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