Reportaje

Días de incertidumbre

Llega la pandemia, aquel virus lejano ya está con nosotros, la ciudad de Barcelona se vacía, pero la vida continua. Sales a la calle después de unos días confinado y no sabes ni entiendes por qué quieres volver a casa para no ver ni sentir. No hay gente, el aire es respirable, como muchas veces habías soñado, pero pesa, el silencio se vuelve incertidumbre. Van pasando los días y te das cuenta de que muchas cosas habían pasado desapercibidas. La naturaleza y nuestra fragilidad son más fuertes de lo que creemos. La ciudad pertenece más a los que viven en las calles que a los que la habitamos desde la comodidad de las casas. A pesar de todo, nos cuidamos y queremos. El poder es mucho poder y el miedo es mucho miedo. Poco a poco nos acercamos a la nueva normalidad que puede permitirnos cambiar y racionalizar nuestras vidas, pero a veces espanta más que el propio virus. Imágenes tomadas en la ciudad de Barcelona entre el 26 de marzo, doce días después del inicio del confinamiento obligatorio, hasta el 28 de abril, dos días después de que los niños pudieran salir a la calle.

Valerio es un señor rumano que vive en las calles de Barcelona, aquellos días era de las pocas personas con las que podías tener una conversación sobre la vida y el estado de la ciudad.

Las banderas del ayuntamiento durante esos días estaban a media asta.

Muchos animales salieron de sus lugares habituales y ocuparon las calles, en este caso un gato callejero en la montaña de Montjuic.

Todos los comercios no esenciales y locales cerraron esos días.

Un vigilante de seguridad de un supermercado de la calle Trafalgar se quejaba del cansancio acumulado debido a la cantidad de horas que les hacían trabajar y al estrés por la elevada exposición al virus.

Un solo coche aparcado en uno de los grandes aparcamientos de la montaña de Montjuic, normalmente llenos.

Una cama situada en medio de la plaza Gal·la Placídia en el céntrico barrio de Gràcia. Durante esas semanas las personas que viven en la calle se ubicaron en espacios que normalmente tienen vetados.

Marina ayuda a poner la mascarilla a su hija Ada el primer día que sale a la calle después de meses.

Una de las típicas ocas de la catedral de Barcelona rompe el silencio en medio de la misa sin público oficiada por el cardenal Comella el día de Viernes Santo.

La naturaleza sigue su curso y los servicios de limpieza no pasan con asiduidad. Calle Escorial de Barcelona.

En los primeros días las protecciones eran caseras y extremas, la gente se ponía guantes hasta para conducir sus propios coches.

Una mujer mira a la calle desde el interior de su residencia en el barrio de Gràcia de Barcelona.

Estatuas con doble protección de malla en la parte baja de la Rambla de Barcelona.

Las plantas buscan el sol saliendo de las rejas de las casas.

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