Barcelona, Barcelona
11 Abril 2020
Una historia bonita
Esta historia quiere explicar que, dentro de esta horrible situación provocada por la pandemia, a veces, también hay historias bonitas. Evidentemente, somos libres de pensar que mejor no pasar la enfermedad que pasarla y poder explicarlo, aunque sea de forma bonita, pero puedo asegurar que de experiencias como esta se pueden sacar cosas preciosas. Y este es un claro ejemplo. 11 de abril de 2020. Hoy mi madre ha vuelto a casa. Han sido días duros. Ella era población de riesgo, no solo por la edad, sino también porque tenía alguna patología previa (es diabética). Las expectativas que nos daban en la clínica después de su ingreso dieciocho días antes eran las peores. A los pocos días nos llaman a mis hermanos y a mi para que vayamos: mi madre y su luz se están apagando. Vamos. Se despide. Está entera y, aunque le cuesta respirar, muy serena. Nos pide que cuidemos a mi padre, que recemos y que nos queramos. A los dos días aún resiste. A los tres le hacen una placa de tórax y la maldita mancha, oh ¡milagro!, se ha reducido. El virus retrocede. Hoy, varios días después, ha vuelto a casa. Débil pero fuerte. Frágil pero curada. Sus ganas de vivir, la piña familiar y el apoyo de sus amistades, la profesionalidad y, sobre todo, el cariño de los sanitarios que la trataron y, por supuesto, su fe, la han ayudado a tirar adelante. Fuimos a despedirla y hoy la hemos ido a recibir, sí, saltándonos algunas normas. El reencuentro con mi padre ha sido precioso. A veces hay historias bonitas.
11 de abril. Las calles de Barcelona están desiertas. Al fondo, la clínica.