Reportaje

Can Serra

Cuando el pasado mes de marzo la pandemia comenzó a azotar Europa, España fue uno de los primeros países afectados. La fuerza con la que el virus arrasó el país estuvo directamente ligada a la alta esperanza de vida de la población española, con una da las tasas más altas de centros geriátricos y residentes de toda Europa. El Centro Geriátrico Can Serra, en la localidad barcelonense de Sant Esteve Sesrovires, fue una de esas residencia de ancianos afectadas durante la primera ola de la pandemia. Con escasos recursos y sin demasiado apoyo por parte de la administración pública, la directora de este centro, Cecilia Boladeras, y toda su plantilla se enfrentaron a una crisis sanitaria sin precedentes dentro de este sector. Las residencias más proactivas, como Can Serra, comenzaron a implementar medidas de seguridad y distanciamiento incluso antes de que el gobierno decretase el estado de alarma en el país. La estrategia que siguieron demostró ser efectiva, sin embargo, esta situación ha llevado a plantear grandes cambios y cuestionar la manera de los cuidados necesarios hacia las personas mayores de un modo más humano cuando el contacto no es posible. Incluso si el resto de la sociedad vuelve a la normalidad en algún momento, este tipo de medidas tendrán que mantenerse en los geriátricos durante bastante tiempo.

María, 92, es atendida por el fisoterapeuta del centro, Martí, en el interior del hospital de campaña habilitado dentro del centro geriátrico desde los primeros días de la pandemia.

Un grupo de trabajadores trasladan a una residente infectada por COVID-19 a otra estancia donde estará aislada de los demás internos.

Ana Domínguez, 47, psicóloga y voluntaria durante la primera ola de la pandemia en el Centro Geriátrico Can Serra, visitó a diario a los residentes que no estaban contagiados de COVID-19, pero si confinados en sus habitaciones.

Andrea, la trabajadora social del centro, establece contacto por videoconferencia a diario entre los residentes no infectados por COVID-19 y sus familias. La situación de los infectados es distinta; solo mensajes grabados entre las dos partes.

Al principio de la crisis sanitaria, la escasez de suministro de materiales de protección impulsó a los vecinos del municipio de Sant Esteve Sesrovires, donde se encuentra el Geriátrico Can Serra, a manufacturar equipo con materiales asequibles, como batas de protección hechas con bolsas de basura, para ayudar al centro.

Una doctora y una enfermera del sistema de sanidad publica estatal visitaron el centro a diario para hacer un triage de los residentes afectados de COVID-19 a los que valía la pena derivar a los hospitales.

Dos trabajadoras de Can Serra se comunican a través de la puerta que separa el hospital de campaña instalado dentro de la residencia de las zonas comunes.

Esperanza, 95 años, murió por COVID-19 dentro del Centro Geriátrico Can Serra el 21 de abril de 2020.

Un enfermero de Can Serra espera a los servicios funerarios para la retirada del exitus por COVID-19 de uno de sus residentes.

Los operarios de una empresa funeraria retiran el cuerpo de una víctima de la COVID-19 en el Centro Geriátrico Can Serra.

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