Reportaje

Confinamiento de la abuela

Ramona Torruella (87 años) es viuda y desde hace nueve años que vive sola en un piso de la ciudad de Reus. La pandemia y las restricciones hicieron que, como muchas otras personas mayores, tenga que renunciar a sus hábitos diarios para encerrarse en su domicilio.

Ramona en su estudio pintando flores con acuarela, una de sus actividades favoritas. «Me siento como una niña, lo que hago no tiene importancia, pero me ayuda a matar el tiempo».

Durante el domingo de ramos Ramona solía ir a la parroquia a bendecir la palma. Hoy mira la ceremonia de Montserrat desde el comedor de su casa.

Una forma de matar el tiempo es la de cocinar. Ramona preparando «orelletes» un postre típico durante esta época en la ciudad de Reus.

Núria es la hermana de Ramona, dos años mayor que ella. Suelen verse mínimo una vez por semana, pero ahora la pandemia les ha obligado a aprender a usar las pantallas si quieren verse los rostros.

Visita de Anna Lofi, nieta de Ramona, en su vuelta desde Australia en pleno inicio de la pandemia. Después de estar unos días confinados, pude ver a mi abuela con distancia y mascarilla. Para mí, una de las cosas más duras de la pandemia, para ella, el día más feliz del confinamiento.

El primer día en que la gente de la tercera edad podía salir a la calle, Ramona fue hasta el balcón de su hermana Núria para saludarla. Antes, solía andar dos horas diarias, pero ahora dice que el cuerpo le duele después de tanto tiempo parada.

Núria y su marido, Joan, saludan a Ramona desde su balcón. Núria a pesar poder salir por las restricciones, decide quedarse en casa por ser persona de riesgo.

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