Si bien la pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que la gente puede ser más empática y solidaria de lo que parecía, también ha destapado algunos de los males ocultos de la sociedad. Las muestras de solidaridad y apoyo a los más desfavorecidos y a los que, como los sanitarios, luchaban en primera línea contra la enfermedad han convivido con la soledad de la vida moderna, la falta de comunicación real, o la dependencia total de las pantallas. A pesar del gran esfuerzo común por superar el enorme reto al que se enfrenta la humanidad, la vida se ha vuelto más triste y más vacía…
Un hombre pasea a su perro en una azotea de un edificio del centro de Barcelona.
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