Reportaje

Tiempos de pandemia

El trabajo se desarrolla en una residencia perteneciente a Apace, una residencia cuyos internos sufren en mayor o menor medida parálisis cerebral. Gran parte de ellos son muy conscientes de la situación y los que menos parecen estarlo sienten cierta ausencia, haciendo los días más difíciles. Está realizado en la primera parte de la pandemia, sobre el mes de marzo. Los protocolos eran dispares, preventivos… cambiaban casi cada día. No es la primera vez que realizo reportajes allí y eso me ha servido para poder moverme con total libertad realizando una fotografía sincera y real. Pude vivir todas las situaciones, aislamientos, limpiezas extremas… Se sufrió mucho por la ausencia familiar y paseos al aire libre. La adaptabilidad del personal también fue destacable ya que son muchas cosas las que variaban en poco tiempo, lo que más costó fue “infringir” ese protocolo que decía evitar en todo lo posible el contacto con los internos… a todas luces imposible y contraproducente.

Todas las mañanas hay una rutina diaria dedicada al baño, día sí, día no, más profundamente. Hoy a Nacho le toca de forma intensiva, tienen que colocarle entre dos personas, antes se han ayudado de una grúa. El personal tiene que ser muy fuerte ya que los movimientos que realizan son complicados y con mucho peso debido a las afecciones derivadas de la enfermedad. Los protocolos ralentizan la labor diaria (cambios de guantes, desinfecciones, dos mascarillas por persona).

No todo es protocolo, no todo es horario, desinfección… Las cuidadoras hablan, les hacen reír, lloran con ellos. No se puede trabajar si se pierde el contacto… Esa parte va desapareciendo porque son personas. Chus recibe palabras bonitas que la tranquilizan.

Es hora de levantarse y el cuidado, ternura y empatía por parte de Marisa son asombrosos.

A Fer hoy le toca aseo, que se realiza en la cama. Él no soporta las acciones mecánicas, necesita oír, que alguien le hable. Cualquier acción necesita que al menos le coja la mano, si no se pone nervioso. Volvemos de nuevo a que es imposible evitar el contacto.

Hoy tenemos nuevo interno en la residencia. EPI (por fin los hay) y cuidado extremo.

Cuando llega alguien nuevo, cuanto antes se le realiza la prueba de antígenos

Todo está perfecto, pero aún así… Tendrá que ir a aislamiento, quince días.

Debido a los protocolos se les ha quitado de las paredes absolutamente todo. Se dice que el virus se puede posar ahí. Fotos, pósters, recuerdos… Esta parte es muy dura para ellos.

No es un trabajo más, no se puede estar ahí si no eres feliz trabajando, si no tienes un gran corazón, si no eres fuerte… Muy fuerte. Ellos son personas completas, cada una con sus problemas, pero con las mismas necesidades de cariño que cualquier persona… quizá más.

No hay otra, el contacto con la familia se hace a través de tabletas electrónicas. Muchos acaban con lágrimas en los ojos, o se sienten frustrados… Pero lo necesitan. En los momentos de ocio se dedica parte al contacto familiar, ya que no se puede ni salir ni entrar en la residencia.

Hoy es un día feliz, es el cumpleaños de Nacho. Fiesta, risas, juegos… Hoy será más fácil romper esa rutina. Quizá sus rostros y cuerpos no comunican su alegría como estamos acostumbrados, pero se aprende a identificar sus gestos con el tiempo.

Protocolos, protocolos y más protocolos… la prevención como arma puede llegar a producir un gran desgaste. Si tienes décimas de fiebre han de aislarte, aunque no hayas tenido contacto con nadie del exterior, aunque no tengas más síntomas. La soledad ahí hace mella, ya que es imposible tenerles en todo momento presentes. Durante dos semanas una habitación será su vida. Marisa se toma todo el tiempo necesario para estar con él, hablar, hacerle reír o lavarle los dientes como ocurre en este momento.

Dos veces al día se les toma la fiebre con el mayor cuidado. Se toma los datos para tener el mayor control. Están logrando que el virus no entre y se sienten afortunados.

Se insiste mucho en la distracción ya que la ausencia de los paseos y la familia desgasta mucho. Cualquier idea de las cuidadoras se viste de “fiesta” y ellos agradecen esa pequeña corriente cálida que hay hoy en el patio y esas pompas de jabón llenas de arco iris. Que curiosamente es uno de los símbolos positivos de esta pandemia.

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