Zaragoza, Zaragoza
27 Abril 2020
Solidaridad como alma
Solidaridad como alma es un reportaje que realicé junto a la Red Solidaria de Torrero, Zaragoza, uno de los muchos barrios de familias obreras de España. Cuando empecé este reportaje era abril y ya había activas unas trescientas cincuenta redes solidarias a lo largo y ancho del país. Pongámonos en contexto: llevábamos algo más de un mes de estado de alarma y todo era muy caótico, las informaciones que venían del Gobierno eran novedad cada día, lo del día anterior ya no valía para el siguiente. La situación era dramática para muchas familias: servicios sociales desbordados, neveras vacías, centros de salud u hospitales sin mascarillas y personas en riesgo de exclusión social enfrentándose a algo muy complicado de planificar y de gestionar. Cientos de vecinos decidieron organizarse al margen de las instituciones, buscando proveer una ayuda a los más desfavorecidos que no llegaba: recaudaban dinero, cosían mascarillas, realizaban compras a familias pobres, daban apoyo emocional, contaban cuentos a los más pequeños por teléfono, liberaban wifis para que los niños que no tienen Internet pudieran acudir a clase o realizaban tramites con la administración para personas que no conocen nuestro idioma. En la actualidad la Red Solidaria de Torrero se mantiene activa y los voluntarios siguen colaborando con y para el barrio. Fue impresionante vivir aquel despliegue de solidaridad y voluntad, me quedó claro que allá donde el Estado no llega, llegan las vecinas, el apoyo mutuo y la solidaridad.
Un lote de mascarillas recién confeccionadas listas para enviar llegarán al Hospital Miguel Servet, el principal centro sanitario de Aragón, el Centro Penitenciario de Zaragoza o al Centro de Salud del barrio. Ahora llevar mascarillas es algo habitual y encontrarlas no es complicado, pero recuerdo la cantidad de llamadas de hospitales o centros de salud que recibían los voluntarios porque no había manera de encontrarlas; el personal sanitario encargaba para toda su ala del hospital ante la carencia de EPI.
Beatriz se dedica a la confección y durante el estado de alarma lo compaginó con la red solidaria. “Estas semanas estoy algo desbordada, tengo que coser para vivir y a la vez diseñar y coser cientos de mascarillas, pero es el momento de unirnos y echar una mano entre todas”.
Los más de ciento cincuenta voluntarios de la Red Solidaria colgaron carteles por todo el barrio en diferentes idiomas. Desde que empezó el estado de alarma recibieron más de cuatrocientas llamadas pidiendo asistencia, resolvieron decenas de solicitudes a las instituciones y repartieron cientos de kilos de comida.
Abderrazzak regenta una carnicería y también colaboraba con la red solidaria preparando y donando diariamente comida fresca: “Creo que los que tienen más, ahora tienen que dar un poco más, hay gente que lo esta pasando muy, muy mal”.
Mohammed acudía diariamente a la red solidaria a por comida para su familia. Al estar en situación irregular no podía pedir ayuda a los servicios sociales, era la red solidaria o el hambre.
Mabel, Pili, Mari Carmen y María Asunción son vecinas de toda la vida del mismo bloque. Durante el estado de alarma cosieron miles de mascarillas, incluso idearon un sistema mediante cuerdas para pasarse los materiales de piso a piso a través del patio interior.
Un lote de mascarillas infantiles listo para entregarse en el centro de salud y ser repartido por los pediatras. Para confeccionarlas usaban todo lo que estaba a su alcance: sábanas, cortinas, colchas de cama, ropa, etc.
Una voluntaria posa junto al lote de huevos que una pequeña tienda del barrio dona diariamente a la red solidaria.
Elena dedicó todo el confinamiento a tejer mascarillas en el salón de su casa. Cuando hablamos sobre las redes solidarias y su labor me dijo que lo único y más importante es que seamos capaces de mantener este tipo de proyectos solidarios en el tiempo.
El dinero para realizar las compras a personas en riesgo de exclusión social proviene de una caja de resistencia solidaria que ha ido llenándose gracias a las aportaciones de cientos de personas anónimas. En la imagen, una voluntaria entrega uno de los lotes diarios de comida formados por galletas, pasta, arroz, garbanzos, huevos, leche y también productos frescos como carne y verduras.
Una trabajadora del centro de salud del barrio posa sujetando una caja de mascarillas listas para su reparto.
