Madrid, Madrid
03 Abril 2020
Danza entre muros
Desde que se declaró el estado de alarma en España, muchos profesionales que no entraban dentro de los sectores denominados esenciales se vieron obligados a parar casi por completo su actividad. Este fue el caso de muchos artistas y bailarines, que en sus hogares no disponían de materiales o espacios necesarios. Marina, bailarina contemporánea, tuvo que arreglárselas en una pequeña habitación de un piso de Tetuán que compartía con otras dos compañeras. Poco espacio y un suelo nada idóneo para saltar o girar. Durante el tiempo que duró el confinamiento se suspendieron o aplazaron varios castings y pruebas importantes para ella. Marina explicaba que para los bailarines era una situación difícil, ya que el cuerpo es muy poco agradecido y el paso del tiempo siempre corría en su contra. Con la incertidumbre de cuánto podría durar esta situación, intentaba esforzarse para estar preparada física y psicológicamente para que, cuando todo acabase, poder recuperar el tiempo perdido. Saray, bailaora alavesa, vive en una pequeña buhardilla en Lavapiés, que tuvo que convertir en su estudio y academia online. Durante el confinamiento no podía dar clase, ni cantar ni bailar en la calle con su grupo artístico Atacapaca, cuyo público prácticamente era el turismo. El agobio se transformó en energía por la respuesta y solidaridad de sus alumnos, que no la dejaron a pesar de tener que verla a través de una pantalla. “Al principio tenía una vecina que se quejaba por el ruido del «zapateao», ahora se ha apuntado a mis clases”. Contaba Saray entre risas.
En la imagen, Marina, bailarina, estira usando el alféizar de la ventana como barra, en su pequeño piso en el barrio madrileño de Tetuán.